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Entretelones/Samuel Valenzuela

 

ENGAÑIFA

EN LA ELECCIÓN… presidencial de 2018 los mexicanos fuimos víctimas de engañifa histórica, con un Andrés Manuel López Obrador que como candidato sedujo al electorado con compromisos que en el curso de su mandato dio la espalda y no solo eso, hizo todo lo contrario, tendencia riesgosa y certera de replicarse con su sucesora Claudia Sheinbaum.

Desde el 2007, el casi residente de La Chingada enarboló la publicitaria consigna en contra de la militarización del país, del regreso de los militares a sus cuarteles; luego explotó hasta la saciedad el caso de la desaparición y seguro asesinato de los 43 estudiantes de Ayotzinapa; después desgañitó el compromiso de reducir a 10 pesos el litro de gasolina; solemne juró respetar la separación de poderes y fortalecer a organismos autónomos, además de no endeudar más al país y combatir la corrupción en el gobierno, y cómo olvidar la parodia de la rifa del avión presidencial.

También emprendió una cruzada en contra de la centralización y anunció que si el voto lo favorecía dispersaría a diversos estados del país las sedes de las distintas secretarías de su gabinete, tocando a Sonora la SADER, lo cual como es evidente resultó una falacia, como también lo fue su compromiso de apoyo a la producción de alimentos del campo mexicano y establecer políticas públicas para sacarlo del abandono frente a los millonarios subsidios que gobiernos de otros países otorgan a sus productores.

Obvio, la mayoría del electorado cayó redondita y depositó en las urnas su confianza a un sujeto que a la postre resultó mentiroso, oportunista, ventajoso con vasta capacidad de simulación frente a una ciudadanía indefensa, que durante seis años fue adormecida con palabrería populista y demagógica sin que la hiciera reaccionar ni siquiera la mortandad causada por el Covid-19 y la torpe y criminal conducción gubernamental para contenerla, ni los miles de homicidios dolosos y otros miles de desaparecidos, como muestras de que López Obrador tenía razón cuando se oponía a la militarización.

De reconocer a López Obrador de cumplir a la inversa, a contracorriente tantos compromisos que pactó con la ciudadanía cuando buscaba el voto popular y no solo actuar en sentido contrario, sino copeteado, como es el caso de la rampante militarización prácticamente de toda la vida nacional, con la escandalosa comalada de militares de mediano y alto rango ahora enriquecidos de forma descarada y una tropa realizando tareas indignas y ajonjolí de todos los moles.

Muy lejos quedaron aquellos días cuando exigía que no se utilizara a los militares para suplir incapacidades de gobiernos civiles y pontificaba contra lo que decía era un gobierno con tendencias militaristas con el propósito de reducir los espacios de la democracia y de sometimiento social, económico y político.

Antes de desalojar Palacio Nacional López Obrador ata el mayor número de cabos sueltos. La reforma judicial es uno de ellos en el contexto de ir contracorriente a sus compromisos de respetar el equilibrio de poderes y el otro consolidar la rampante militarización al eliminar límites a la actuación de las fuerzas castrenses ahora con el mando de la pretendida fuerza civil denominada Guardia Nacional, ahora convertida en una rama más de las fuerzas armadas adscrita a la SEDENA.

Así cuando instruyó a diputados de MORENA para que dieran la pelea en contra de la intervención de militares en el tema de la seguridad pública, ahora los instruyo en todo lo contrario y por eso su aplanadora legislativa aprobó reformas constitucionales que imponen el traslado de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, dejando en nada la propuesta original de que sus integrantes estarían al mando de civiles,  mediante un intenso programa de reclutamiento y capacitación a manos de la Secretaría de Seguridad, incorporando además a elementos de la policía Federal de Caminos y así.

Estuvimos muy atentos al proceso legislativo para la creación ese cuerpo civil en febrero del 2019, el cual dicho sea de paso operó el en ese entonces sonorense más encumbrado en la estructura del gabinete federal, el ahora gobernador Alfonso Durazo Montaño, cuyas reconocidas habilidades lograron la casi unanimidad en la Cámara de Diputados, aunque posteriormente resultaron fallidas las expectativas respecto al reclutamiento de civiles para integrarlo, quedando simplemente en la muda de elementos y equipos de los cuerpos militares y la policía federal.

Pero de inicio, nos pareció positiva dicha propuesta para que de forma gradual la Guardia Nacional fuera reemplazando a las fuerzas castrenses como una fuerza ciudadana armada a cargo de tareas de seguridad, con mandos civiles y con una integración regionalizada, para que de esa forma y los militares regresaran a sus cuarteles de donde nunca debieron sacarlos para realizar tareas ajenas al mandato constitucional.

Pues ahora se presenta la regresión histórica de esa ahora formal rama del ejército, cuya participación en el combate a la delincuencia también ha resultado un fiasco porque México sigue en los primeros lugares del mundo en los índices de violencia, delitos e impunidad, estatus jurídico otorgado por la aplanadora legislativa del oficialismo solo con el fin de satisfacer el objetivo inicial de López Obrador: imponer a militares sobre civiles.

Lo más grotesco es que cual moda “siempre hay un tuit”, hay múltiples testimonios y rabiosos posicionamientos en contra de la militarización, tanto de López Obrador como sus idiotizados incondicionales que ahora opinan todo lo contrario, Citlali Hernández, Jesús Ramírez, Mario Delgado, la mentada señora Sheinbaum, Pablo Gómez, Luisa María Alcalde, Manuel Bartlett y demás malas yerbas, en el marco de un espectáculo de incongruencias propio de La Chimoltrufia.

Así vemos a militares construyendo aeropuertos, sistemas de ferrocarriles, operando puertos, aduanas, con millonarios presupuestos sin fiscalizar y que con la reciente reforma constitucional, podrán suplir funciones de policías municipales, agentes de la fiscalía investigadora y en fin, tener poder pleno ante la sociedad civil.

Como cereza del pastel está el sangriento cierre del sexenio de abrazos y no balazos, cuya principal batalla se libra en el narco Estado de Sinaloa, con las fuerzas militarizadas luchando hombro con hombro al lado del agraviado cartel de los mayitos en busca de revancha contra los chapitos por la traición que tiene tras las rejas en Estados Unidos a Ismael “El Mayo” Zambada, con el riesgo de que esa batalla se extienda hasta territorio sonorense.

Bueno, si es que aún no se ha extendido, porque ya ven lo que está ocurriendo en Ciudad Obregón este domingo, con bandas de sicarios protagonizando balaceras en varios sectores de esa convulsionada comunidad, quizás aprovechando la ausencia del gobernador quien como se sabe asiste al congreso nacional de MORENA en donde dio lectura a una sentimental despedida de López Obrador.