Por Juan Manuel Vázquez
Si Isaac del Toro escribiera histo-rias sería tildado de efectista. Porque en este relato en el que fue protagonista y culminó investido de héroe ayer, empezó con tintes trágicos el martes. Como si se tratara de cinco capítulos, el ciclista mexicano eligió el drama como planteamien-to en la primera etapa de esta carrera en el norte de España, con una caída a punto de llegar a la meta que lo hundió hasta el puesto 49 de la clasificación general, pero en el quinto y decisivo día se transformó en épica al remontar contra todos, contra sí mismo y contra el destino –con un pinchazo incluido– para ganar esta competencia con un recorrido teatral. La caída y la resurrección.
Del Toro llegó el martes a esta carrera por etapas como amplio favorito. A pesar de que se le escapó el podio en la Clásica de San Sebastián el sábado, el domingo se había impuesto en el Circuito de Getxe, también en el País Vasco, territorio donde el ciclismo es más que entretenimiento o deporte, es parte de la memoria nacional. Sobre todo venía precedido por el sorpresivo liderato que arrebató en el Giro de Italia y el subcampeonato que consiguió ahí para adquirir el estatus de objetivo estratégico para todos los equipos rivales en esta Vuelta a Burgos.
En esa primera salida del martes, Del Toro administró la estrategia, resistió los embates de los adversarios que lo tenían entre los objetivos más valiosos en esta competencia. Y los gregarios de UAE Team Emirates protegían y apoyaban al mexicano en su calidad de líder.
Una maldita curva
A unos metros de la llegada en la primera etapa, en una maldita curva y por el maldito adoquín, la rueda trasera de la bicicleta del bajacaliforniano derrapó y lo mandó al suelo. En ese desliz también derribó a Giulio Ciccone, el italiano que le arrebató el podio en San Sebastián, y el destino de Del Toro parecía tan oscuro como el pozo de la clasificación a la que fue a dar. Resurgir del puesto 49 con los segundos acumulados de tanta desventaja lo convirtieron en mártir.
De modo que la gesta de Del Toro se escribió desde el fondo más escabroso, como héroe clásico, como ídolo mexicano que se precie. Cada etapa era la oportunidad de aferrarse a la última saliente de la esperanza o el descenso gradual hacia la desgracia.
El desenlace fue la redención. El mexicano tenía enfrente demasiadas vicisitudes: una multitud de rivales imbatibles, algunos líderes que no lo dejarían recuperarse, la confianza en sí mismo, 26 segundos de desventaja respecto al puntero en la general, el francés Léo Bisiaux (Decathlon), y sobre todo, los caprichos de la fortuna, que ayer jugó con particular perversión.
La última etapa, 138 kilómetros desde Quintana del Pidio hasta Lagunas de Neila con cuatro puertos para destrozar las piernas y alma de los temerarios. En ese recorrido, Del Toro podía renacer o terminar por escribir su drama. Los dos primeros cerros sirvieron para medir el espíritu, más que a los músculos y a los pulmones, en esas cimas hubo algunas escapadas y trabajos gre-garios para neutralizar las amenazas potenciales.
El mexicano pedaleaba con paciencia, a veces una cualidad tan valiosa como la potencia de las piernas, mientras en el pelotón se libraban batallas particulares, se anulaban fugas, luchaban por los puntos de los puertos de altura, y los ciclistas con posibilidades de triunfo en la etapa y la clasificación tenían la mirada puesta en algo más grande.
En la tercera cima, Alto de Rozavientos, empezó a definirse la carrera. Un intrépido australiano Jai Hindley (Red Bull) agitó el avispero, pero todo logró mantenerse bajo control, mientras Del Toro y Ciccone se alternaban para anular cualquier amenaza y dejar todo al final como duelo sólo entre ellos. El descenso ya era una competencia desesperada, y a punto de llegar el fondo de la pendiente para emprender el ascenso más radical antes de la meta en Lagunas de Neila sucedió un nuevo imprevisto para Isaac. A 14 kilómetros del final, el bajacaliforniano sufrió un pinchazo en la rueda trasera. Alzó la mano para pedir la urgente intervención del auto de UAE, mientras pedaleaba todavía, pues los neumáticos de hoy no sólo contienen aire; llevan también una espuma selladora que les permite seguir, aunque pierden potencia en el rodamiento. Sobre el auto del equi-po quedó claro a quien han ascendido al estatus de líder, pues su bicicleta de repuesto era la primera en el orden. Aun así el bajacaliforniano perdió segundos valiosos en la operación de rescate.
La resurrección
Y ahí empezó la resurrección de Del Toro. Merecía ser cantada como un poema épico y no contada como una crónica. El mexicano bailaba de pie sobre los pedales, con cadencia, de un lado a otro, arriba y abajo con ritmo en ascenso. Unos medían sus posibilidades para ganar esta quinta etapa; el pedalista tricolor trataba de revertir así una historia que se había complicado desde el primer día.
No pudo ganar la etapa, esa se la llevó el italiano Ciccone. Del Toro entró a 10 segundos del vencedor de ayer y no ganó ninguna salida, pero logró emerger desde el fondo de la clasificación para llevarse algo más valioso, la 47 edición de la Vuelta a Burgos y convertirse así en el primer mexicano que lo consigue. Lo logró sin escatimar en drama ni negar catarsis.
TOMADO DE JORNADA.COM.MX