¿CUAL DEMOCRACIA QUIEREN SALVAR?
Claudio X. González y su club de “rescatistas” de la Marea Rosa lanzan una cruzada para salvar la democracia… pero olvidan que nunca la construyeron, y menos la practicaron.
Claudio X. González Guajardo volvió a la carga. El heredero de la oligarquía empresarial y autoproclamado guardián de la moral política presentó, junto con su séquito de la llamada “Marea Rosa”, una propuesta para “salvar la democracia”. Así, sin rubor alguno. Bajo el pomposo nombre de Salvemos la Democracia, arrancaron la recolección de 130 mil firmas con las que buscan que el INE obligue al Congreso a discutir su iniciativa.
Dicen que su proyecto es ciudadano, pero en realidad es la versión actualizada de la vieja política que se niega a morir. Las supuestas “organizaciones civiles” que lo respaldan son membretes con unos cuantos nostálgicos del poder: Guadalupe Acosta Naranjo, que hace años dejó de ser de izquierda para convertirse en vocero del resentimiento; panistas en el retiro que todavía añoran el reparto de embajadas; priistas que sobreviven gracias a la memoria corta de algunos medios. Todos unidos bajo una bandera común: impedir que la gente decida por sí misma.
Porque hay que preguntarles, con toda ironía: ¿cuál democracia quieren salvar?
¿La de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría que respondían a los reclamos de la población con balas y bayonetas?
¿La de José López Portillo, cuando sólo hubo un candidato presidencial y los comicios se resumían en una liturgia priista?
¿O la de Carlos Salinas de Gortari, que llegó a Los Pinos con un fraude monumental, igualito al que repitió Felipe Calderón dieciocho años después?
¿La de Ernesto Zedillo, cuya candidatura fue producto de un magnicidio, y cuya victoria requirió esconder a su adversario Diego Fernández de Cevallos durante semanas?
¿La de Enrique Peña Nieto, impuesta gracias a la campaña mediática más onerosa de la historia, comprada con portadas, spots y encuestas amañadas?
Si lo que quieren “salvar” es esa democracia de simulaciones, trampas y componendas, entonces lo suyo no es patriotismo, sino nostalgia de privilegios.
Y si bajamos el ejemplo al terreno local, aquí también hay historia que contar.
¿La democracia del PAN en Sonora, que en 1985 le cerró el paso a Adalberto “El Pelón” Rosas, su mejor carta, porque hubiera ganado de calle la gubernatura frente al gris y desconocido Rodolfo Félix Valdez?
¿O la del PRI de Hermosillo en 1988, con la famosa “operación manitas”, que llevó fraudulentamente a la alcaldía a Carlos “Calolo” Robles y que, cuando se destapó la trampa, ¿terminó con el propio Robles despojado de la investidura?
¿O tal vez la “monarquía prianista” que durante tres décadas mantuvo a más de la mitad del país en la pobreza, mientras se repartían el poder, los negocios y los contratos entre ellos?
¿O la democracia del PRI actual, cuyo líder vitalicio es uno de los políticos más corruptos del México moderno?
¿O la del PAN, comandado por quien encabeza el “cártel inmobiliario” de la Ciudad de México?
La ironía es que ahora los responsables del naufragio pretenden erigirse en salvavidas. Quieren salvar una democracia que siempre usaron como disfraz para ocultar el saqueo, el clasismo y la impunidad.
Claudio X. González puede comprar firmas, desplegados y espacio en los medios, pero no puede comprar legitimidad. Su cruzada es más bien un intento desesperado de mantener vivo el viejo orden. No buscan salvar la democracia, sino rescatar sus privilegios, sus contratos y su narrativa de superioridad moral.
Si de verdad quisieran salvar algo, empezarían por reconocer su responsabilidad en la crisis de confianza que ellos mismos provocaron. Pero eso sería pedirles decencia… y esa sí, hace tiempo que la perdieron.
Me despido con un comercial: sintonicen a las 6:10 AM, “La Caliente” 90.7 FM., el colega y amigo José Ángel Partida me abre un espacio en su noticiero en el que comentaremos con más detalle esta columna. ¡No se lo pierdan!
Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima.