FROYLÁN GÁMEZ: FICHA INDISCUTIBLE DEL GOBERNADOR
En el nuevo mapa político de Sonora, pocas figuras ilustran mejor la transición entre los cuadros técnicos de la administración pública y los perfiles emergentes del regimen duracista que Froylán Gámez Gamboa, actual titular de la Secretaría de Educación y Cultura.
El transcurso del tiempo hoy deja en claro que su llegada a la SEC no fue un movimiento improvisado, sino el aprovechamiento de una trayectoria orientada a desempeñar tareas de control institucional, gestión operativa y alineamiento politico; en otras palabras: Gámez pertenece a una nueva generación de funcionarios que, sin hacer olas, pero estando muy presente, se ha posicionado como pieza fundamental de la maquinaria del gobierno de Alfonso Durazo.
Formado como economista, Gámez construyó su carrera desde la parte menos visible del poder: becas, juventud, enlaces institucionales, tareas técnicas en CONAFE, asesorías en la Cámara de Diputados, y responsabilidades diplomáticas en la Subsecretaría para América Latina, todos espacios donde la política se aprende desde la operación directa, no desde las butacas.
La narrativa del “rescate de Evo Morales”, más allá de su dramatismo, funciona como símbolo: un cuadro técnico que sabe moverse en estructuras políticas de alto nivel y que, además, demostró un grado extremo de lealtad al proyecto de la 4T al exponerse de esa manera en una encomienda de muy alto riesgo.
Puede decirse que este ya maduro perfil es el tipo de prospecto que Alfonso Durazo ha privilegiado en su administración con funcionarios sin mayor desgaste electoral, con oficio administrativo, extrema lealtad y capacidad de ejecutar directrices sin fracturar la cadena de mando.
De ahí que su paso por el ISSSTESON primero y la SEC después responda a una lógica política decidida por encima de todo: Colocar a sus fichas donde reflejen la funcionalidad esperada, que estabilicen y atiendan reflejando las directrices politicas operativas del propio gobernador en áreas sensibles como el nada sencillo sector educativo.
En la SEC, Froylán instrumenta como un tecnócrata muy funcional los proyectos de infraestructura, distribución de materiales, acreditación, uniformes, equipamiento tecnológico y reorganización de procesos, a la vez que ha demostrado ser un operador político que mantiene cohesionada la narrativa educativa del gobierno estatal, donde la relación entre estado, magisterio y federación es premisa ineludible, entendiendo que la educación pública no es solo política pública: también es capital político.
A la par, su salto a la arena electoral no sorprende. La candidatura al Senado por el PT fue, más que un premio, un ensayo general: medir su nombre, la verticalidad de su disciplina y su capacidad para insertarse en una estructura electoral poco atractiva sin perder su perfil institucional. El resultado fue claro: Froylán Gámez no es todavía una figura de masas, pero sí un activo valioso para la coalición en un escenario que requiere renovación generacional y cuadros emergentes viables.
Movilizaciones magisteriales en Sonora: protestas, poder y el trasfondo político
Las movilizaciones magisteriales que estremecieron a Sonora este año no fueron un fenómeno espontáneo ni un mero conflicto administrativo. Fueron la convergencia de inconformidades acumuladas por años y de estructuras sindicales activas en medio de un contexto político nacional en plena reconfiguración. Y si bien temas como ISSSTESON aparecieron en la superficie del debate como tema local, el epicentro de la provocación del conflicto vino desde el plano de lo federal envuelto en un bodrio inviable, pero infaliblemente provocador.
El detonante fue la intención del Gobierno federal de gravar los ingresos más altos del magisterio para financiar servicios médicos, una medida que reactivó viejos agravios vinculados a la Ley del ISSSTE de 2007 y a los agravios que acompañaron la reforma educativa de 2015.
En el imaginario docente, cada intento de modificación relacionada con prestaciones, aportaciones y modificaciones laborales conecta inmediatamente con un historial de justificado resquemor institucional por la acumulación de frauds y promesas incumplidas, por eso la presunta intención de incremento en gravámenes solidarios, aún técnicamente justificable, fue interpretada como una amenaza directa.
En ese escenario reaparició la domesticada y privilegiada CNTE, el actor que realmente impuso ritmo controlado a las protestas.
Aunque Sonora no ha sido tradicionalmente bastión del ala disidente, su intervención cambió por completo el tono, la intensidad y la estrategia de protesta. La CNTE llevó el conflicto más allá de lo laboral: lo convirtió en un espacio de disputa política y narrativa. El SNTE, por su parte, quedó atrapado entre la necesidad de no perder legitimidad interna y la presión de mantener interlocución con un ineditamente complaciente gobierno estatal con tradicionalmente ninguneada disidencia local.
Pero hay un punto esencial: la conflictividad magisterial no ocurrió en un vacío político. Coincidió con uno de los debates más determinantes del ciclo federal: la reforma judicial. Para algunos actores dentro y fuera del magisterio, la movilización docente funcionó como un distractor útil, una forma de crear una cortina de humo que desplazara el foco mediático y social lejos de una reforma que podía reconfigurar a fondo el sistema de pesos y contrapesos del país.
En Sonora, la Secretaría de Educación y Cultura quedó situada en el centro de la tormenta. Froylán Gámez enfrentó el enojo del magisterio mientras trataba de preservar la agenda educativa del gobierno estatal. Su estrategia fue contener, no confrontar: mesas de diálogo, promesas de revisión y un manejo que buscó desactivar la protesta más por desgaste, que por resolución estructural. La llegada del periodo vacacional de verano actuó como un apagafuegos natural: permitió que el conflicto perdiera tracción una vez consumada la reforma del acordeón, que la CNTE replegara su presencia operativa y que las estructuras escolares regresaran a la lógica rutinaria.
Así se logró la “normalidad” al inicio del nuevo ciclo escolar. Pero no por un triunfo gubernamental absoluto, sino porque coincidieron tres factores clave: la pausa escolar, la imposible cohesión entre CNTE y SNTE y la disminución de utilidad política del conflicto una vez que la reforma judicial se concretó en una sincronía ambiental bien calculada.
El regreso a clases para inciar el actual ciclo más terso no pudo haber sido y contra todo pronóstico, Gámez Gamboa obtuvo el resultado previsto sin incurrir en desgaste alguno, aunque tampoco con la mano en alto, porque a final de cuentas, de eso no se trataba, sino de administrar el conflicto de acuerdo a la agenda consignada y así ocurrió.
Hoy sus bonos han crecido y su expertise, inicialmente ajeno al sector educativo y acotado por muy definidos márgenes institucionales desde la oficina del number one, le colocan al centro de las posibilidades para la que viene, que se dice estaría entre la alcaldía y la propia gubernatura… Lo unico seguro es que lo veremos en las boletas y no será para cualquier posición, doble contra sencillo.
