Álamos, Sonora;- El Pabellón étnico del Festival Alfonso Ortiz Tirado 2024 tiene una particularidad: ha dejado de ser un simple mercado de artesanías orientado a ser un punto comercial insertado en las relaciones mecánicas del capitalismo y ha pasado a ser un punto de encuentro entre los pueblos originarios, en un paradigma que aboga por la integración, la participación y la inclusión. No es baladí el cambio semántico de Mercado de Artesanías a Pabellón étnico como tampoco lo es, su cambio de sede.
Francisco Ramírez, coordinador de Patrimono Cultural del Instituto Sonorense de Cultura, y artífice de estos cambios, explica: “pasar de un Mercado de artesanías a un Pabellón étnico es un cambio significativo, en el primero hablas de la gente que vende algo, alguien que hace un trabajo pero te quedas en ese punto y no refieres al objetivo que debe ser la integración de los pueblos originarios; en una participación, en un espacio dialógico. El primer espacio no favorecía esta necesidad. Con el apoyo de Antonio Estrada, ex director del Museo Costumbrista de Álamos, se hace esta convocatoria que integra a los 8 pueblos originarios de Sonora”.
El cambio semántico y de sede obedece a esta lógica, explica Francisco Ramírez, la Casa de la Cultura “María Félix ahora es el recinto que alberga este nuevo espacio. Desde la altura, el Pabellón étnico propone nuevos aires: Gastronomía, artesanías, mesas de diálogo sobre los derechos de los pueblos originarios en el tema de patrimonio, danza, cantos y participaciones artísticas.
“Es un cambio de paradigma, es un espacio construido con ellos, la existencia de un diálogo entre ellos, hay un salto semántico y real”, señala el coordinador de Patrimonio Cultural del ISC.
Además de eso, hay dos salas de exposición que tienen la particularidad de ser interactivas: la primera, una exposición con el trabajo del maestro Ricardo Escalante alusiva a las danzas Yaquis, quien ha contribuido con el Museo de los Yaquis en Cócorit, y que gracias a una aplicación, desde el celular se logra una experiencia multisensorial: contrario al modelo tradicional de los museos, en el Pabellón étnico la experiencia se puede ver y escuchar; cada una de las danzas cobra vida desde el dispositivo movil.
“Esos cuadros funcionan por realidad aumentada. Con una aplicación puedes recorrer los mismos cuadros que están dedicadas a las danzas ¿y de qué nos sirve nomás ver los cuadros? ¿cómo suena?, entonces, a través de tu celular puedes escuchar la música que bailan. La segunda sala te recibe con una bellísima frase: “Canta, que de canto estamos hechos” y hay una exposición que hace alusión a las estrellas, a las flores, a las mariposas, a esos elementos emblemáticos de la naturaleza tan presentes en los distintos pueblos. Es una exposición interactiva, participativa, “touch-artesanal” que contiene cantos de los pueblos Comcáac, Macurawe, kukapá, N’dee (Apache), Tohono o’dham, un son de la pascola, cantos al sol, a la luna, al amanecer”, señala Ramírez.
La respuesta de la gente en estos primeros días del FAOT no se ha esperado: el domingo, un goteo incesante de personas se paseó por las galerías, degustó la gastronomía, experimentó ese dispositivo lúdico que sostiene esa tensión entre la tradición y la tecnología.
“Tratamos de poner en evidencia estas galerías itinerantes que hemos propuesto desde la Coordinación de Patrimono del ISC para que visiten los pueblos con las lenguas y la cultura, así fortalecemos la retroalimentación. Hemos tenido mucho éxito aquí en el Pabellón étnico, ayer se rompió el volado de saber si vendría la gente, ya por la tarde con la música popular yaqui, llegaba gente, llegaba gente y siguió llegando gente, el arranque de esta nueva sede y nueva forma ha arrancado de forma óptima y nos sirve para preparar la curva hacia el cierre del festival”, finalizó el coordinador de Patrimonio.