CLASE MEDIA EN MANOS DE SHEINBAUM
VAMOS A VER SI compaginamos intereses usted y yo lector. ¿Qué hemos querido para México desde siempre?
1.- Que nos regresen el orgullo mundial de pertenencia, sabemos lo que es estar henchidos de emoción al ver que el nombre de México se pone en alto con sus deportistas, intelectuales, artistas y tanto bien nacido cuyas hazañas nos llenaban el ego y que ahora solo pedimos por el amor de Dios, que el mundo ya deje de vernos como el reducto de la alta delincuencia donde a la vuelta de la esquina te pueden matar. Así nos ven desde hace rato y no es justo.
2.- Reducir a su mínima expresión, porque es muy difícil que se acabe, con el fenómeno de la corrupción que todo lo pudre y que nos coloca entre los primeros países en el tema, al lado de Turquía. Por favor.
3.- ¿Cuándo vamos a tener acceso a una nueva gama de políticos y funcionarios que piensen en el país, el bien común, antes de sus intereses mezquinos propios o de grupo? Ya estamos hartos de esperar esa novedosa sinergia entre los hacedores de las políticas públicas y la aceptación ciudadana. ¿Qué acaso nos vamos a morir sin ver ese cambio que tanto se pregona en cada campaña electoral?
4.- Tenemos ganas de vivir sin la zozobra que conforman las nuevas disposiciones legales que todo quieren controlar cambiando la Constitución. ¿Acaso no somos merecedores de un clima de tranquilidad, sin sobresaltos desde el legislativo, sobre todo, que nos permita fincar planes a mediano y largo plazo?
5.- Ya nos convirtieron en ciudadanos descofiados de todo, desde familias, amigos, autoridades, pues perdimos la brújula de orientación hacia el bien y vemos el diablo en todas partes al preguntarnos ante cualquier propuesta: ¿dónde estará la trampa?
6.- Perdimos, para desgracia de un pueblo tan generoso como el mexicano, los valores primordiales que nos permiten sentirnos agusto con nosotros mismos, cuando gustosos colaborábamos, ayudábamos a hermanos de otras partes del país envueltos en desgracias climatológicas como las que ocurren en Guerrero donde solicitan ayuda y encuentran oídos sordos. Ya no nos puede su dolor.
7.- Nos volvimos sumisos al dolor de tantos mexicanos que han caído en la desgracia al ser envueltos en la delincuencia organizada. Las matazones no nos conmueven, las vemos naturales. Nadie que viva fuera de Sinaloa levanta un dedo para protestar por lo que les ocurre. Somos simples observadores morbosos. Nos encerramos en la burbuja del egoismo y la indiferencia y preocupados únicamente cuando ese tipo de sucesos lleguen a tocar nuestra puerta.
8.- Sentimos la impotencia y lástima por las madres buscadores. Nos afligimos cuando se nos pierde una mascota y transmutamos ese sentimiento a la imaginación sentimental que nos encuadra al dolor de tantas mamás que han perdido a sus hijos y a aquellas que solamente quieren sus restos para saber que descansan en paz. Es terrible. ¿Y el gobierno y sus legisladores porqué no actúan para entregar la paz espiritual tan necesaria para esos padres de familia?, es el sentir general que vivimos con impotencia y que no quisiéramos padecer.
9.- Quisiéramos vivir con la esperanza de un mejor país, con empleo y sin miedo a la inseguridad que ha obligado a millones de mexicanos a emigrar a Estados Unidos, país desde donde, con su espiritu de solidaridad, envían remesas a sus familias, mismas que causan vergüenzan al ver que son utilizadas como gratificación política de nuestros gobernantes. Esa coyuntura narrativa es inconcebible.
10.- La peor pesadilla instaurada en México es el tratamiento de la salud. Los costos de atención para hijos y abuelos enfermos destruyen el bienestar de las familias que requieren el apoyo del gobierno y sus programas de atención cuya falta repercute en el ánimo social. ¿Qué no lo entienden los gobernantes?, y ni hablar de una posible operación. ¿Qué acaso los mexicanos no merecemos una atención, no como la de Dinamarca, sino como la que teníamos cuando era seguro popular que transmutó al fracaso de Insabi?, ¿no ven esa falla nuestros legisladores?
La historia nos ha demostrado que la prosperidad de un país no se empuja desde la atención de la pobreza, por más meritorio que sea, pero tampoco desde el apoyo de la alta riqueza, que siempre logran sus propósitos, sino desde la clase media.
Son aquellos que piensan que no piden estar en los programas gubernamentales aunque los necesiten, quienes contratan empleados de clases marginadas, pagan impuestos, que también se levantan muy temprano para ir a chingarle en el trajinar diario. Son quienes perefieren alejarse de las grillas políticas pues no les deja nada bueno y se dedican a la chamba, a sostener una nómina, los que se preocupan cuando uno de sus trabajadores sufre una desgracia que repercutirá en el sostenimiento propio como emprendedor.
Una clase media que quiere tener más que un par de zapatos para él y quienes le rodean en sus diferentes círculos. El que vive en miedo constante ante los arrebatos de un gobierno que interpone la correspondencia fiscal y no observa o es indiferente al bienestar que genera. Que también se harta de tantas injusticias, sobre todo del cobro de piso, y mira impotente cómo su futuro se achica y no hay a quien recurrir.
Una clase media que no abandona la patria, que por ganas no queda, ante la disyuntiva de que México no tiene remedio. Qué es la única cuyo crecimiento puede lograr que nuestro país avance y se convierte en el principal enemigo de las dictaduras devoradoras, sobre todo de la libertad. Ejemplos sobran.
Una clase media que no genera revoluciones físicas, pero si de pensamiento. Aquella que no tiene ideología de trasnochados cambios, sino de transformaciones adecuadas a las necesidades. Son aquell@s mexican@s que hoy confían aún en una Claudia Sheinbaum cuyo futuro hoy lo tiene en sus manos. ¿Entenderá esta disyuntiva?
EN FIN, por hoy es todo, mañana le seguimos si Dios quiere.
Armando Vásquez Alegría es periodista con más de 35 años de experiencia en medios escritos y de internet, cuenta licenciatura en Administración de Empresas, Maestría en Competitividad Organizacional y Doctorando en Administración Pública. Es director de Editorial J. Castillo, S.A. de C.V. y de “CEO”, Consultoría Especializada en Organizaciones…
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