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Bitácora del Director/Pascal Beltrán del Río

 

LA CORRUPCIÓN, JA JA JA

Cada país pone sus propios límites a la tolerancia respecto del abuso del poder y la impunidad de los políticos.

En México, parece que todos los días se eleva la barra, al punto de que, ahora, haber nombrado a un funcionario que se hizo jefe de una organización criminal no es suficiente para que Adán Augusto López Hernández tenga que renunciar a la coordinación de los senadores de Morena.

“Tú, pecho a tierra”, le habría recomendado la presidenta Claudia Sheinbaum –a decir del propio López Hernández–, esto es, que se esté quieto en espera de que pase la metralla del escándalo desatado a raíz de que se supo había una orden de aprehensión contra su excolaborador, Hernán Bermúdez Requena, quien se desempeñó durante cinco años como secretario de Seguridad de Tabasco, lapso en el que, según la acusación, encabezó al sanguinario grupo delictivo La Barredora, que traficaba con drogas, combustible y migrantes.

En otros lugares, esa tolerancia ha sido infinitamente menor. Hace tres décadas, la política socialdemócrata sueca Mona Sahlin estaba lista para convertirse en la primera mujer en ocupar la jefatura del gobierno de su país –sucediendo a Ingvar Carlsson, heredero político del asesinado Olof Palme–, pero el 16 de octubre de 1995, cometió un error que le costaría su carrera.

En un momento de prisa, la entonces viceprimera ministra entró en una tienda y compró dos barras de chocolate y otros artículos personales, pero en lugar de hacer el pago con su propio dinero usó, por comodidad, la tarjeta que le otorgaba el gobierno para gastos de representación.

Aunque la suma de dicha compra no pasaba de lo que hoy serían unos 800 pesos, y Sahlin pensaba reintegrarla, como había hecho otras veces –razón por la que no sería sancionada, luego de que se investigó oficialmente el hecho–, el rechazo ciudadano a lo que la prensa sueca bautizó como Affaire Toblerone la llevó a presentar su renuncia.

En México, un asunto así quizá no merecería una línea ágata o un tuit. En todo caso, no provocaría la caída ni de un regidor. Lo sabemos por la resistencia de Adán Augusto, quien parece tener la venia no sólo de Palenque, sino también de Palacio Nacional para conservar su cargo. Eso, si hemos de creer lo que dijo, en la plenaria de los senadores de Morena, que le había recomendado la Presidenta (artículo de Leticia Robles de la Rosa en Excélsior, 25/VII/2025).

Pero también se nota la flexibilización mexicana ante los abusos de poder en las nulas consecuencias que tiene la exhibición, en esta temporada de vacaciones veraniegas, de la riqueza de los políticos del oficialismo, quienes realizan desparpajados viajes de paseo por Europa y Asia, dejándose ver en hoteles y restaurantes de primera categoría.

Todavía a principios del sexenio antepasado –cuando aún no arribaba a la Presidencia el movimiento político que ha jurado que va a librar a México de la corrupción– un funcionario público perdió su puesto por el desplante de su hija al amenazar con usar sus influencias para cerrar un restaurante, porque no le habían permitido brincarse la lista de las reservaciones. Hoy eso, igual que una compra como la de Mona Sahlin, serían motivo de risa en este país.

Pero, ¿cuál es el resultado? Pues que México sigue descendiendo en la lista mundial de percepción de la corrupción, elaborada por Transparencia Internacional. En 2023, luego de cuatro años de gobiernos morenistas, aparecíamos en el lugar 126 de 180 países. Un año después, bajamos al 140. ¿Sabe en qué lugar quedó Suecia? En el octavo.

Cuando nos demos cuenta, como país, de las consecuencias que tiene nuestra tolerancia con la corrupción —como la falta de exigencia de que Adán Augusto no sólo pierda su senaduría sino que, ya sin fuero, sea investigado por su relación con Bermúdez—, quizá entonces nos dé menos risa.     

BUSCAPIÉS

La orden de aprensión contra Hernán Bermúdez Requena se giró en febrero, pero apenas la semana pasada decidieron congelar sus cuentas. Pero no ponga usted un tuit criticando a alguien de la Cuatroté, porque en un dos por tres el Tribunal Electoral lo usará de pretexto para congelar las suyas, obligándolo a disculparse de forma humillante.