PRI Y PAN: DESTINO INCIERTO
Más allá de la retórica unitaria y refundacional que se va como polvo en el viento, el destino del PRI y el PAN parecen tener como punto más cercano la extinción, antes que la fórmula para renacer de sus cenizas.
En este espacio hemos consignado con números fríos la manera en que los últimos seis años han resultado letales para estos partidos en todos los órdenes, pero particularmente en materia de pérdida de votos.
En algún momento lo ilustramos con el caso Sonora, donde después de varias décadas de estelarizar un bipartidismo aplastante en el que la izquierda aparecía solo de manera marginal hasta 2015, el 2018 fue el punto de quiebre. Ese año, entre ambos partidos perdieron cerca de 400 mil votos respecto a la elección anterior, cuando se disputó la gubernatura que ganó Claudia Pavlovich (PRI) sobre Javier Gándara (PAN).
En esos tres años (de 2015 a 2018) Morena pasó de 30 mil a más de 400 mil votos en número redondos, sin contar que siendo la elección presidencial, Andrés Manuel López Obrador tuvo casi 600 mil votos.
Quizás en pocos estados de la República el éxodo de votos haya sido tan claramente obvio. Los votantes de Morena no nacieron por generación espontánea ni por nuevas incorporaciones al padrón electoral, no. Mayoritariamente, quienes votaron por Morena en 2018 fueron hasta la elección anterior, gente que votaba por el PRI o por el PAN.
En 2021 tricolores y blanquiazules supusieron que uniendo sus diezmadas fuerzas las multiplicarían, pero no sucedió así. De hecho, les volvieron a pasar por encima arrebatándoles la gubernatura, todos los distritos federales y 19 de los 21 locales, así como los municipios más poblados, excepto la capital, Hermosillo, que debería ser materia de estudio porque constituye una ‘rara avis’ que supo sobreponerse al vendaval morenista y, con Antonio Astiazarán a la cabeza, le ganó a Morena en 2021 y refrendó el triunfo en 2024.
¿Hay, en estos momentos un proceso de reflexión profunda, seria sobre lo que está ocurriendo? Pero sobre todo, ¿hay una verdadera voluntad de reconocer errores y omisiones, las malas prácticas que los llevaron a la debacle; el replanteamiento de sus idearios, propuestas y todo aquello contenido en sus documentos básicos?
De primera impresión diríase que no. Al contrario, lo que estamos viendo en estos días tiene que ver con todo lo contrario.
Si en alguna parte del país tendrá impacto el ‘deslinde’ de Manlio Fabio Beltrones respecto de su dirigencia nacional es en Sonora, donde el exgobernador sigue siendo (ignoro por cuánto tiempo más) el verdadero poder de facto en el tricolor: el que parte, reparte y se queda con la mejor parte.
Incluso en estos momentos de profunda crisis en el PRI, nadie en Sonora se atreve a ubicar a Manlio Fabio Beltrones como parte del problema y, antes bien, varios hay que siguen pensando que puede ser parte de la solución. No parecen advertir que si López Obrador hizo lo que pudo, hasta su último esfuerzo por desarticular a su viejo partido, en Sonora el gobernador Alfonso Durazo dejó clarísimo desde su campaña por la gubernatura, que el PRI en general, pero particularmente el grupo que encabeza Beltrones era el principal adversario y el destinatario de toda la artillería político-electoral.
Lo de Sylvana Beltrones es meramente anecdótico. Su solicitud de licencia es apenas un acto de seguidismo respecto al padre, sin mayor trascendencia para Sonora, donde ha residido unos cuantos años y eso cuando era muy niña.
En el PRI hay quien sigue viendo a Manlio como un gigante de la política, aunque sus pies de barro hayan quedado expuestos desde 2019 cuando, como dirigente nacional le tocó cargar con la derrota en seis entidades. En descargo hay que apuntar que su relevo, Alejandro Moreno resultó peor.
Cuando tomó el cargo en 2019 el PRI gobernaba 12 estados. En los siguientes dos años perdió diez de ellos, incluyendo Sonora.
Claro, no se puede ver a Sonora como un caso aislado, sino como parte de un proceso que objetivamente sigue avanzando y desplazando a la vieja clase política gobernante (algunos dirán que reciclando, y algo de razón tienen): fíjese nada más: durante las dirigencias de Alito Moreno, Marko Cortéz y Jesús Zambrano en el PRI, PAN y PRD respectivamente, esos partidos perdieron nada menos que 25 gubernaturas.
Si eso no les indica que algo están haciendo mal, no sé qué otra cosa pueda indicárselos.
II
Si la lógica sigue su curso, en los próximos días veremos movimientos en el PRI estatal que dirige Rogelio Díaz Brown, hombre cercanísimo a Manlio, y en los comités municipales que fueron elegidos mayoritariamente a partir de criterios de afinidad con el grupo hegemónico. Al parecer esa era ha terminado, aunque la que sigue es demasiado incierta.
En el PAN no están mejor. En Sonora gobernaron solo seis años y no pudieron con la carga negativa que generó el corruptísimo gobierno de Guillermo Padrés, a quien muchos en el blanquiazul siguen considerando guía y maestro y le siguen rindiendo pleitesía considerándolo ‘el mejor gobernador de la historia’ (no es broma, hay quien así lo llama).
La verdad es que después de la derrota de su candidato, Javier Gándara en 2015, el PAN en Sonora no ha vuelto a ver la suya.
El único caso de éxito relevante es Hermosillo, y en eso comparten créditos sobre todo con el PRI.
¿Está el PAN dispuesto a pasar de la retórica a los hechos, abrirse a la sociedad, democratizar sus procesos internos, replantear su política de alianzas y demás?
Cualquiera diría, a la luz de lo que estamos viendo, con un Gildardo Real tratando de mantenerse a toda costa en la dirigencia estatal (ya le renunció hasta Alejandra López Noriega, quien fuera una de sus mejores aliadas), que no.
Vistas así las cosas, todo parece indicar que tanto el PRI como el PAN están más cerca de una profundización de sus crisis, que de encontrarles una salida.
II
El Secretario de Seguridad y Protección ciudadana (SSPC), Omar García Harfuch se reunió ayer con el gobernador Alfonso Durazo para abrir el diálogo sobre el Plan Nacional de Seguridad, lo que confirma la buena relación que el gobierno de Sonora mantiene con el federal.
La visita de registra después de que la presidenta Claudia Sheinbaum reconociera los avances y el trabajo que en materia de seguridad ha tenido el gobernador Alfonso Durazo con su estrategia de seguridad.
El secretario García Harfuch fue informado de la estrategia conjunta que se realiza en Sonora, donde diariamente se establecen las mesas de seguridad, integrada por todas las fuerzas del orden, de todos los órdenes de Gobierno.
En la reunión se estableció cerrar filas y estrechar la coordinación para mantener esa tendencia a la baja de los delitos en general, incluidos los de alto impacto.
Además, de blindar a Sonora, para evitar que se presente el llamado efecto cucaracha por las situaciones que se puedan registrar en estados vecinos.
En dicha reunión el mandatario informó del trabajo realizado para fortalecer las corporaciones policiacas con equipamiento y patrullas, así como el aumento de efectivos en las corporaciones, tanto estatales como municipales, pero, sobre todo, la profesionalización de estas.
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