HomeColumnas de Opinión

En 3y2/David Parra

 

EL DERRUMBE DE LOS MITOS Y MITOTES OBRADORISTAS

La autoproclamada Cuarta Transformación se vendió como una epopeya moral, una cruzada contra la corrupción que, según el entonces presidente, se acabaría con el simple ejemplo que emanaba del asidero del púlpito mañanero.
Bastaba con ondear ridículamente un “pañuelito blanco” para que la narrativa oficial decretara el fin de este mal crónico en nuestro país. Sin embargo, seis años después, lo que estamos presenciando es el derrumbe estrepitoso de esos mitos, de una realidad que ni el discurso diario ni el control férreo de la narrativa mediática pueden contener, cuando los pactos transfronterizos han llegado a su fin y los vecinos reclaman por aquello que les molesta.
Basta mirar las aduanas, entregadas a las Fuerzas Armadas bajo el argumento de que solo ellas podían garantizar la integridad del Estado. Años después, la realidad es tan igual como con los desplazados que hasta cortos se quedaron con lo que con esta medida resultó, solo que ahora se investigan menos y se cuestionan menos: la militarización blindó a estas instituciones con la ya insostenible opacidad que ostentan las fuerzas armadas con el pretexto de la seguridad nacional, pero no las blindó de estos abusos, sino del escrutinio público.
SEGALMEX, que nació como proyecto estrella para llevar alimentos a los más pobres, terminó siendo una versión aumentada tres veces y contando de la Estafa Maestra, con desvíos que superan espectacularmente los de los vilipendiados gobiernos del pasado.
La Comisión Federal de Electricidad, convertida en el discurso en símbolo de soberanía, no ha logrado escapar de sus propios vicios: opacidad, contratos poco claros y una incapacidad crónica para ofrecer energía limpia y barata, así como una estrepitosa caída en su autodefinición como empresa de carácter mundial. Mientras tanto, el discurso de autosuficiencia energética se evaporó entre refinerías que no producen lo prometido y una dependencia de combustibles importados que no se redujo en lo absoluto, pero que resultó en un incalculable botín que por seis años se ordeñó en perjuicio del presupuesto público que se tradujo en un endeudamiento sin precedente.
Uno de los pilares discursivos del obradorismo fue la supuesta incorruptibilidad de las Fuerzas Armadas. Pero el mito se resquebraja con cada contrato inflado, cada megaproyecto adjudicado sin licitación y cada señalamiento de violaciones a derechos humanos. Más que una institución purificada, el Ejército se convirtió en un actor económico con privilegios para los mandos superiores que hoy ponen en entredicho más que su actual bonanza económica y su histórica impunidad, la soberanía civil en nuestro país.
A quienes denunciaron estas inconsistencias se les exigió pruebas, siempre pruebas, que debían ser remitidas a una fiscalía sin voluntad propia ni el menor ánimo por tomar en cuenta evidencia alguna. La maquinaria de descrédito oficial etiquetó como “montajes” y “guerra sucia” los reportajes de medios como Latinus, solo para que el tiempo demostrara que no mentían: las revelaciones sobre contratos ligados a Andy López Beltrán o la defensa del almirante Ojeda expusieron a final de cuentas que el poder presidencial no estaba libre de intereses privados.

Incluso figuras cercanas como Alfonso Romo, que encarnaba el puente entre el sector privado y el nuevo régimen, terminaron borradas del mapa político, no porque se erradicara la corrupción, sino porque el poder en la 4T se volvió cada vez más concentrado y personalista. Mientras tanto, medidas como la regularización masiva de los “carros chuecos” que pasaron por todas las aduanas resguardadas por las distraídas fuerzas armadas confirmaron que el populismo pesa más que la legalidad.
Hoy, el mito del pañuelito blanco es una ironía histórica. La 4T no destruyó la corrupción; la reconfiguró, la disfrazó de moralidad, la militarizó y la blindó con un relato épico que se derrumba ante cada nuevo escándalo. Más que una transformación, México reedita la decepción de constatar que el cambio prometido fue, en todo sentido, una cínica narrativa, y las narrativas, como los mitos, siempre terminan por derrumbarse ante la realidad.

Bytheway
Doble play… Claudia Sheinbaum juega en dos canchas donde los marcadores le resultan diametrales. En la nacional hoy hasta los gobernadores “de oposición” ya no digamos se le entregan, se le arrastran con un impúdico coqueteo que va más allá de la cortesía o la cordialidad política, con lo que en su gira de aceitamiento de base por todo el país, que por cierto en Sonora se estima costó algo así como 200 millones de pesos, las cosas le han salido inmejorablemente bien.
En el otro lado de la cancha está el vecino, un vecino burlón, invasivo y agresivo con el que todas las pierde, aunque le levanten la mano y le avienten flores, a la par que burlas, y lo peor, esto apenas empieza.
Ponchis y sin tirarle… Javier Villarreal dio cerrojazo al diferendo por las casas del bienestar, que con el resignado si del líder cetemista de Sonora cobran una nueva definición, pasando de pichoneras a gallineros, al terminar el amistoso sainete de la digna oposición a la precariedad con el capitulo de cierre de telón donde “van que van” los multifamiliares del bienestar para la raza de bronce dignamente representada por la CTM, un concepto rebasado y por demás caótico que terminará, no lo dude usted, en más de lo mismo, pese a las maromas del próspero y visionario Javier.
Contacto vía X en @dparra001 y por @En3y2p vía Facebook.