TOMADO DE DOSSIER POLÍTICO
Por Luis Pablo Beauregard/EL PAIS
“¿Cómo explicaría a alguien que no sabe de béisbol qué fue la Fernandomanía?”. La pregunta que Fernando Valenzuela mire hacia arriba. La mirada hace recordar el famoso gesto que hacía para tomar impulso en los años 80 sobre el montículo del estadio de los Dodgers de Los Ángeles. Esta tarde Valenzuela (Sonora, México, 1960) no está sobre la lomita, sino en las butacas de uno de los templos más antiguos del béisbol en Estados Unidos. “Diría que es el comienzo de mi carrera, vino a raíz de toda esa gente que estuvo siguiendo mis juegos”, dice Valenzuela con modestia. Vin Scully, el histórico locutor del equipo angelino, fue más expresivo. Lo describió en su día como “una experiencia religiosa”.
Este verano ha traído de vuelta aquellos días de euforia. Los Dodgers retiraron hace un mes el número 34 que Valenzuela hizo famoso gracias a su brazo izquierdo. Casi toda la afición admitió que el gesto del reconocimiento tardó mucho en llegar. Para ser exactos, tomó 32 años desde que dejó de vestir el uniforme. La demora fue en parte, por el purismo del deporte, que considera que este honor solo lo merecen los jugadores que están en el Salón de la Fama de Cooperstown. Valenzuela no lo es a pesar de haber sido el primer novato de la historia que ganó el trofeo Cy Young, ser All-Star seis años consecutivos y dejar el club convertido en el octavo lanzador con más victorias.
“Se veía venir”, dice Valenzuela, un hombre conocido por sus pocas palabras y por ser en extremo celoso de su privacidad. “Nadie desde esa época había usado el 34, para mí lo importante es que llegó el momento. Estoy muy contento”, añade. La noticia al fin le provoca alegría, porque el día del evento era un manojo de nervios. “Prefiero estar con bases llenas y sin outs”, dijo a los periodistas, provocando risas.
Valenzuela ha evitado durante décadas los reflectores. En julio de 2021, cuando el equipo celebró los 40 años del título de 1981, fue el último en aquel legendario equipo en llegar al estadio. Dedicó su mañana a otra de sus grandes pasiones, el golf. Jugó 18 hoyos y se dirigió a Chavez Ravine una vez que los terminó. Fernando es hoy comentarista en español de la transmisión de los partidos de los Dodgers en español. Solo hace apuntes entre la primera y séptima entrada, lo que le permite abandonar el estadio sin tener que detenerse cada 15 metros a tomarse una fotografía o dar un autógrafo a los aficionados.
El menor de 12 hijos de una modesta familia de Navojoa, Sonora, Valenzuela obtuvo en 2003, en su primer año elegible, solo un 6% de votos del 75% necesario para entrar al Salón de la Fama. Un año más tarde solo obtuvo 19 apoyos, lo que evaporó la posibilidad de que se convirtiera en el primer mexicano en entrar al selecto grupo. Si Fernando debe estar allí o no es material de interminables debates para los aficionados. Pero el pícher está en paz con su ausencia de Cooperstown. “Lo más importante para mí es el cariño de la gente, el apoyo de toda la gente hispana, no solamente aquí en el área de Los Ángeles, fuera también”, señala.
En su libro Daybreak at Chavez Ravine, Erik Sherman, historiador del béisbol, afirma que el legado de Valenzuela trasciende el deporte. “… fue un sanador en un tiempo, muy similar al de ahora, donde muchos estadounidenses perciben a los mexicanos como ciudadanos de segunda clase. Para los latinos significa lo que Jackie Robinson fue para los negros”, escribe el autor. El carácter humilde del lanzador no reclama tal papel en la historia, pero al hablar del templo de los Dodgers, un edificio solo dos años más joven que Valenzuela, habla de cómo se ha transformado su audiencia. “Cuando yo empecé había entre un 6 y 8% de hispanos entre los asistentes. Ahorita ya tenemos un 50%. Adonde voltees oyes hablar español”, afirma.
Los Dodgers celebrarán el 20 de septiembre la herencia guatemalteca. Hace unas semanas el himno de El Salvador se escuchó antes del partido contra Arizona y las banderas decoraban el parque. En agosto se celebra a los mexicanos. Todo esto sería imposible si un Valenzuela de 18 años no hubiera llamado la atención del legendario recluta Mike Brito. El fichaje se concretó en 1979 y fue necesario que el brazo de Valenzuela, que provenía de Yucatán, se curtiera en las menores. El momento hizo ebullición en 1981. Los latinos acudieron en masa a ver a alguien como ellos triunfar en el centro del diamante. Fue el fin del encono entre los mexico americanos y el equipo de Los Ángeles, quien vio cómo la ciudad desahució en 1959 a decenas de familias mexicanas del terreno donde hoy se levanta el estadio. Esto hizo que durante décadas, los latinos dieran la espalda al equipo. Hasta que llegó la Fernandomanía.
“Cuando estás adentro del terreno es difícil captar todo lo que está sucediendo a tu alrededor. Hay gente que me cuenta de algunos juegos que realmente yo no recuerdo, lo que me indica que la gente sí estuvo metida”, dice Valenzuela. Entre las fechas que recuerda con nitidez está el 23 de octubre de 1981. Entonces salió como pícher abridor en la Serie Mundial donde su equipo se enfrentaba a los Yankees de Nueva York. Los del este habían ganado en casa los primeros dos juegos de la serie. Valenzuela lanzaba en su primera final, apenas unos meses de su debut. Con ayuda de otro rookie, Dave Righetti, y del bateo de Pedro Guerrero, los Dodgers ganaron 5-4 en un partido con una asistencia de 56.000 personas. Cinco días más tarde, el equipo conquistó su primer título en 16 años y después de haber perdido cuatro Series Mundiales entre 1966 y 1978.
“¿Te imaginas?”, pregunta Valenzuela alzando las cejas y mostrando su gran dentadura blanca. “Siendo mi primer año y estar en Serie Mundial, ¡contra los Yankees!, participar y ganarla. No hay otra, es la mejor”, asegura. Otra gran noche de la década que vistió de azul y blanco fue el 29 de junio de 1990. Lanzó el único juego sin hit ni carrera en toda su trayectoria en Estados Unidos. Le tomó 119 lanzamientos, pero pudo dejar en ceros a los Cardenales de San Luis. En Toronto, ese mismo día, el pícher de los Atléticos de Oakland, Dave Stewart, hizo lo mismo contra los Blue Jays. Fue la primera vez desde 1898 que hubo dos juegos así en una noche.
Los Dodgers se deshicieron de Fernando en 1991 en un gesto casi deshonroso. “Todas las carreras deben llegar a su fin”, dijo Peter O’Malley, el dueño del equipo entonces. Valenzuela fue fichado por los Ángeles de California, el equipo de la ciudad de Anaheim, que buscaba llevar más gente al estadio. Para probar el nivel del zurdo, le pidieron que jugara con la filial de ligas menores, en Palm Springs. Cuando Valenzuela se presentó había cerca de 5.000 personas esperándolo. Algo inaudito para los Angels. “Llegar allí y después fue un problema, pero es lo que sucedió. Para mi estilo de juego necesitaba estar más activo y en ese entonces me toco ir a las menores a prepararse”, dice.
Vincent Nava fue el primer hispano en las grandes ligas. Llegó al béisbol en 1882, aunque el jugador se identificaba más como español. Durante la década de los 40 había decenas de latinos jugando a la pelota. Fernando Valenzuela está lejos de ser el primer mexicano en el deporte, pero su legado sí está entre los más influyentes.
Hoy son los jugadores de República Dominicana quienes dominan la presencia en grandes ligas con 90 jugadores. Les sigue Venezuela con 53 y después Cuba con 20. México aporta solo ocho jugadores en un lejano quinto sitio de su antecesor, puerto Rico, con 19 jugadores. ¿Por qué tan pocos han seguido los pasos de Valenzuela? “Tienes que pertenecer a un equipo, entonces muchos no van como free agent. Eso dificulta un poco al jugador mexicano. No es como los otros países, que los equipos van directo al jugador a ofrecerle dinero. Pero de diez sobresalen dos. En México hay talento, y últimamente el jugador mexicano está al nivel de las grandes ligas”, señala Valenzuela.
Uno de esos grandes talentos mexicanos en las mayores se encuentra ahora en sus horas más bajas. El pícher Julio Urías, originario de Sinaloa, estaba llamado a seguir la estela de Valenzuela en el equipo de Los Ángeles, pero un episodio de violencia doméstica tiene su carrera al borde del abismo. Esta semana su número 7 era imposible de encontrar en las tiendas del estadio. Su imagen ha sido borrada en el mes de la herencia hispana, que comenzó este viernes. “Él no sigue más con el equipo este año”, señala Valenzuela, quien no tuvo ningún escándalo en su tiempo como figura pública y está casado con la misma mujer desde hace 40 años. “Yo creo que se tiene que tomar en cuenta el resultado de su audiencia”, agrega. Urías irá a la corte el 27 de septiembre. De momento, la estatura de Valenzuela es inalcanzable.