DE PRIMERA MANO
Por Francisco Ruiz Quirrín
LOS CRÍMENES DE… Lesa Humanidad se definen según el Diccionario del Español Jurídico, en “aquel de especial gravedad como el asesinato, exterminio, la esclavitud, la deportación o el traslado forzoso de la población, la privación grave de libertad o tortura, que se comete como parte de un ataque generalizado y sistemático contra una población civil y conocimiento de dicho ataque por las políticas del Estado”.
Los códigos penales en México no contemplan el delito de Lesa Humanidad (Un daño a la humanidad) y su conocimiento es parte de la competencia de un Tribunal Penal Internacional.
En México, la política de seguridad implementada por el presidente de la república, consistente en “abrazos y no balazos”, es más que evidente que ha sido un total fracaso. Se ha rebasado ya la cifra de 170 mil homicidios dolosos en cinco años del sexenio y cada vez que hay una muerta violenta, se establece un nuevo récord de sangre.
A la vista de todo el país y del mundo, están las espantosas olas de terror en Zacatecas, Morelos, Michoacán y Jalisco, entre otros y no se ha establecido ninguna acción del Estado mexicano que indique –cuando menos-, la presencia de la autoridad.
Diversas organizaciones civiles, medios de comunicación, han expuesto ante el primer mandatario de la nación los escenarios violentos en varias regiones del país, pero López Obrador califica esas denuncias como “politiquerías” y estrategias de una campaña en contra de su gobierno por parte de lo que el llama “el grupo conservador”.
Y cada vez que “se siente atacado”, reitera: “No vamos a cambiar la estrategia de combate a la inseguridad. Estamos atacando las causas”, pero no hay día en que no se vivan escenas de horror y terror a lo largo y ancho del país.
En otras palabras, ante una realidad existente, la realidad alterna que se vive en palacio nacional está permitiendo a los grupos delincuenciales actuar en la total impunidad y elevando el grado de crueldad en su aplicación de la violencia.
El caso del doctor Hugo López Gatell resulta más patético. Sobre todo porque es un médico, pero fue el responsable de la conducción de la pandemia del COVID en México y su aportación contribuyó enormemente al fallecimiento de cientos de miles de mexicanas y mexicanos.
En los primeros meses del aislamiento por la presencia del virus, López Gatell se atrevió a decir a la población que no era necesario el uso del “cubrebocas” y que en un escenario desastroso, podrían morir hasta 60 mil personas en nuestro país. La realidad lo rebasó totalmente: Murieron, al menos, 600 mil compatriotas, convirtiéndonos en el cuarto país con más mortandad por el pésimo manejo oficial.
En este caso, al parecer, tanto López Gatell como el Presidente estaban convencidos de que “morirían los que tenían qué morir” y una evidencia de ello fue su dilación en la adquisición inicial y aplicación de las vacunas.
Esta fue una política de Estado, semejante a un exterminio y no con un sector especial de la población, sino con toda la población expuesta.
El tema avanzará al transcurso del tiempo y cuanto más cerca se esté del término del sexenio “lópezobradorista”.
De ahí, la conveniencia de López Gatell de levantar la mano y apuntarse como aspirante a la jefatura de gobierno de la ciudad de México.
Él sabe perfectamente bien que una candidatura así lo llevaría a la derrota. Es una figura que carga sobre sus espaldas 600 mil cadáveres.
Sin embargo, al levantar la mano y obtener el apoyo del Presidente, podría ganarse una posición en el Senado o en la Cámara de los Diputados por la vía plurinominal.
Lo realmente importante para López Gatell y el Presidente mismo, es garantizar fuero, al estar enterados de las múltiples denuncias penales en contra del subsecretario de salud y su fundamentada posibilidad de procedencia.
De regreso con el tema de delitos de “Lesa Humanidad” de estos personajes, habría fundamentos para sostenerlo, pero no en México, sino en tribunales internacionales.