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Nudo Gordiano/Yuriria Sierra

 

OXÍGENO

La reciente conversación entre la presidenta Claudia Sheinbaum y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue mucho más que un simple intercambio diplomático. En ese diálogo, México defendió sus intereses comerciales en un entorno global caracterizado por el resurgimiento del proteccionismo y la volatilidad. El resultado fue fundamental: se obtuvo una prórroga de 90 días que evita la entrada en vigor inmediata de nuevos aranceles y otorga un margen valioso para negociar un acuerdo de largo plazo que proteja el dinamismo de la relación bilateral, brindando certidumbre a las empresas de ambos lados de la frontera.

México sigue siendo el país con mayores privilegios comerciales frente a Estados Unidos. En 2025, México conservará su posición como principal socio comercial estadunidense, sumando tres años consecutivos en el liderazgo del intercambio bilateral, por encima de Canadá y China. El 83.1% de nuestras exportaciones, más de 500 mil millones de dólares en 2024, tuvieron como destino el mercado estadunidense. Además, México es el país que más productos coloca en Estados Unidos bajo condiciones preferenciales o nulos aranceles, resultado directo del T-MEC y de una integración productiva consolidada durante décadas. Por ejemplo, en 2021, nuestras exportaciones con trato arancelario preferencial sumaron más de 198 mil millones de dólares, más que cualquier otro socio de la Unión Americana.

La frontera que compartimos, más de 3,000 kilómetros, es otro factor determinante. Esta vecindad facilita la conectividad logística y la respuesta ágil en las cadenas de suministro, ventajas con las que ningún otro país puede competir. La diversificación de nuestras exportaciones, donde predominan la venta de maquinaria, electrónicos y autopartes, así como productos del sector transporte, demuestra la profundidad y complementariedad de nuestras economías.

Los logros en esta coyuntura no son casualidad. La capacidad de negociación y la visión estratégica desplegadas por la presidenta Sheinbaum, quien volvió a actuar con temple al evitar una crisis arancelaria de último minuto. Su disposición al diálogo, unida a una defensa sensata de los intereses nacionales, fue esencial para mantener la competitividad de nuestra economía respecto a Estados Unidos. A su lado, el equipo de gobierno demostró un profesionalismo determinante. Marcelo Ebrard, secretario de Economía, combinó argumentos técnicos irrefutables con una diplomacia hábil, asegurando que se respetaran los beneficios del T-MEC y la reciprocidad comercial en momentos de presión inédita. Roberto Velasco, al frente de la agenda de América del Norte desde la Secretaría de Relaciones Exteriores, fue clave para mantener canales abiertos y construir alianzas en Washington, permitiendo una reacción oportuna ante cada escenario de crisis. Por su parte, Omar García Harfuch desempeñó un papel central al fortalecer la cooperación en materia de seguridad, frontera y combate a la delincuencia transnacional; su gestión ayudó a consolidar la confianza entre ambos gobiernos, lo que permitió a México proyectarse como socio responsable y confiable.

La extraordinaria capacidad de adaptación y negociación ha sido clave para que México conserve los mayores privilegios comerciales ante Estados Unidos, incluso en un contexto de proteccionismo renovado. Esto es fruto de décadas de integración económica y política, de relaciones personales entre los equipos de gobierno, y del liderazgo de quienes supieron leer y aprovechar el momento internacional. México no sólo exporta productos, sino confianza, certidumbre y liderazgo diplomático. Mientras siga cultivando estos activos públicos y privados, no perderá el sitio privilegiado que hoy ostenta en la economía de Norteamérica y el mundo.