CUANDO SEMBRAR ÁRBOLES ES MÁS QUE UNA FOTO PARA CAMPAÑA
EN TIEMPOS… donde la política ambiental suele reducirse a promesas vacías y sesiones fotográficas entre macetas, Hermosillo rompe el molde. El reciente reconocimiento como “Tree City of the World” no es solo un premio: es la validación de una estrategia urbana seria, con resultados medibles y visión de futuro.
El otorgamiento reciente del distintivo “Tree Cities of the World” al municipio de Hermosillo, Sonora, representa un hito relevante en el reconocimiento internacional a los esfuerzos de arborización urbana de la capital sonorense.
No se trata sólo de una medalla honorífica para el alcalde Antonio Astiazarán, ni de una cortesía de la Arbor Day Foundation. Este reconocimiento, sustentado en acciones concretas como la plantación de 70 mil especies nativas en el municipio, convierte a Hermosillo en una de las 40 ciudades latinoamericanas que forman parte de esta iniciativa global orientada a promover la gestión forestal urbana sostenible.
El distintivo trasciende su valor simbólico y se convierte en un catalizador de transformación urbana con beneficios tangibles.
Como lo señala Zhimin Wu, director de la División Forestal de la FAO, las ciudades reconocidas lideran con el ejemplo al ofrecer espacios verdes e infraestructura que fomentan bienestar, identidad y cohesión social. Cuando se planifican con visión, estos espacios no sólo embellecen: mitigan riesgos de desastres naturales, contribuyen a la adaptación al cambio climático y fortalecen la resiliencia urbana.
Desde el inicio de su primer periodo, Toño Astiazarán dejó claro que la vegetación no es un lujo estético, sino un componente esencial en la lucha contra el calentamiento global. Cuidar nuestros bosques, selvas, manglares y zonas verdes urbanas no es sólo una causa ambientalista: es una estrategia de seguridad climática, hídrica y alimentaria.
Los árboles y plantas absorben dióxido de carbono durante la fotosíntesis, principal gas de efecto invernadero generado por la actividad humana. Se convierten así en sumideros naturales de carbono. Un solo árbol puede absorber entre 10 y 30 kilos de CO₂ al año.
Los bosques tropicales, como el Amazonas, funcionan como pulmones del planeta, capturando millones de toneladas de carbono.
La deforestación, en cambio, libera ese carbono acumulado y agrava el calentamiento global. Restaurar apenas un 15% de tierras degradadas podría capturar hasta un 30% de las emisiones acumuladas desde la Revolución Industrial. Por eso es fundamental que los gobernantes comprendan el peso estratégico de la reforestación.
No todos lo entienden. Donald Trump, por ejemplo, durante su primer mandato (2017–2021), adoptó una postura negacionista y antiglobalistafrente al cambio climático:
* Se retiró del Acuerdo de París en 2020, bajo el argumento de que perjudicaba la economía de EE. UU.
* Promovió la industria de los combustibles fósiles y desmanteló regulaciones ambientales clave.
* Llegó a calificar el cambio climático como un “invento chino”, aunque luego moderó su discurso.
Su enfoque fue marcadamente nacionalista, priorizando intereses industriales de corto plazo sobre la cooperación ambiental global. Todo indica que en su segundo periodo seguirá la misma ruta. Mientras tanto, figuras como el alcalde de Hermosillo hacen su parte para combatir el calentamiento global desde el ámbito local.
Porque aunque el efecto invernadero es un fenómeno natural necesario, el calentamiento global actual es una amenaza generada por el exceso de emisiones humanas. Y aunque muchos países han firmado compromisos climáticos, la falta de acciones reales y coordinadas es un lastre grave. De ahí que ejemplos como el de Hermosillo merezcan reconocimiento y replicación.