UNISON: EL RETO DE RECONSTRUIR UNA UNIVERSIDAD A LA DERIVA
No es exagerado decirlo: la Universidad de Sonora no pasa por sus mejores días. Académicamente ha venido en picada, su reputación está erosionada, y la desconexión entre lo que forma y lo que demanda el mercado laboral es cada vez más evidente. En el ranking Mextudia 2025, que evalúa a 200 universidades e instituciones de educación superior del país, la UNISON aparece en el lugar 159. Por debajo no solo de universidades nacionales de nuevo cuño, sino también de tres instituciones sonorenses mucho más jóvenes que la Alma Máter del estado, que en octubre cumplirá 83 años.
Ese es el tamaño del reto que recibe la doctora Dena María Camarena Gómez, nueva rectora para el período 2025-2030. Y aunque muchos podrían ver esta circunstancia como una condena anticipada al fracaso, lo cierto es que su llegada también representa una oportunidad histórica: la de reorientar el rumbo de una universidad pública que aún tiene recursos, talento y sentido de identidad, pero que urgentemente necesita liderazgo, profesionalismo y visión de largo plazo.
La UNISON no solo está mal posicionada: muchos de sus egresados tardan más de un año en colocarse laboralmente, y cuando lo logran, es en empleos que poco o nada tienen que ver con su preparación: mensajeros, recepcionistas, dependientes, auxiliares administrativos. Jóvenes con título universitario y sueños frustrados, víctimas de una formación cada vez más desfasada y de una institución que ha perdido competitividad y prestigio.
Frente a este panorama, la primera buena noticia es que la doctora Camarena llega con un sólido currículum académico, y —lo más importante—, parece haber entendido que sin un equipo capaz, confiable y cohesionado, no hay rectorado que sobreviva al desgaste ni institución que se recupere.
Por lo que he podido conocer, el equipo de colaboradores inmediatos de la nueva rectora está integrado por perfiles que, en su mayoría, tienen experiencia y conocimiento de la vida universitaria. Algunos repiten, otros son caras nuevas, pero todos enfrentan el mismo encargo: recuperar la credibilidad y funcionalidad de la universidad pública más importante del estado.
Me permito destacar el nombramiento de Jesús Moreno Durazo como director de Comunicación. No solo lo conozco personalmente —y me distingue con su amistad—, sino que puedo dar fe de que es un profesional íntegro, serio, responsable y conocedor de su campo. En una institución donde las formas también cuentan, y donde la comunicación interna y externa ha sido por años una de las asignaturas pendientes, contar con alguien que sabe lo que hace no es un lujo, es una necesidad.
También se ha nombrado a Benjamín Burgos Flores como secretario de Rectoría, y a Guillermo Cuamea Cruz como secretario general administrativo, un viejo lobo de mar en los pasillos universitarios, con conocimiento de la estructura y buen manejo político, particularmente en lo que toca a los siempre complicados sindicatos. En la secretaría general académica, Enrique Bolado Martínez, un perfil algo rígido, pero trabajador.
Entre otros cargos relevantes están David Colín Gutiérrez, quien repite como director de Tecnologías de la Información (una buena decisión), Claudia Ortega Bareño como contralora general, y Joel Enrique Espejel Blanco en Vinculación y Extensión, otro perfil valioso.
¿Es este el equipo perfecto? Por supuesto que no. Pero parece haber equilibrio entre experiencia operativa y capacidad técnica, y eso es más de lo que muchas veces hemos visto en administraciones pasadas que se repartían los cargos por cuotas y cuates.
Ahora bien, el talento de la rectora y su equipo servirá de poco si no logran enfrentar los grandes males estructurales de la Unison: el burocratismo enfermizo, la fragmentación entre departamentos, la resistencia interna al cambio, el cansancio docente, y la falta de pertinencia de muchos planes de estudio frente a un mundo que cambia a velocidades exponenciales.
La Universidad de Sonora está a tiempo de corregir el rumbo. Pero no será con discursos, ni con simulaciones, ni con grillas palaciegas disfrazadas de debate académico. Será con trabajo duro, decisiones impopulares, y una estrategia clara de reconstrucción institucional que coloque a los estudiantes —no a los intereses de grupo— en el centro de todo.
La doctora Camarena empieza esta semana su rectorado con el que, muy probablemente, será el mayor desafío profesional de su vida. Ojalá tenga la voluntad, la energía y la libertad de acción para cumplirlo. Porque cuando la universidad pública se pierde, el daño no es solo institucional: es social, cultural y generacional.
Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima