Olor a Dinero/Feliciano J. Espriella

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Olor a Dinero/Feliciano J. Espriella

PORQUÉ LA PIEL TAN DELGADA DE LOS POLÍTICOS?
El amigo periodista y excelente conductor del Noticiario Expreso, Marcelo Beyliss, lanzó una pregunta directamente al aire durante una entrevista reciente: “¿Por qué la piel tan delgada de los políticos?” 
La pregunta surgió cuando conversaba con la diputada Gabriela Félix Bojórquez, quien —con toda claridad y sin rodeos— expresó sobre el caso de Karla Estrella: “Se me hace muy grave lo que están haciendo con ella”, dijo.
Y tiene razón.
Esta es la tercera y última entrega de una saga que comenzó con el uso faccioso de la ley para castigar a hombres bajo acusaciones infundadas de acoso sexual, siguió con los excesos de la “violencia política de género” para blindar a mujeres en el poder, y hoy culmina con un caso real, cercano y profundamente alarmante: el de una ciudadana sonorense sancionada por opinar en redes sociales.
Karla María Estrella es arquitecta, madre de familia y ciudadana sin cargo público. En noviembre de 2023, publicó en Facebook un comentario crítico dirigido a la diputada del PT Diana Karina Barreras Samaniego, quien buscaba ser candidata a diputada federal. El mensaje decía, en esencia, que su postulación no obedecía a mérito propio, sino a la influencia de su marido, Sergio Gutiérrez Luna, exconsejero del INE y personaje clave en el entorno político de Morena.
La expresión fue irónica, sí. Fue crítica, sin duda. Pero en ningún momento fue ofensiva, insultante o discriminatoria.
Lo que siguió parece salido de una novela fascista, o trumpiana, si queremos adaptarla a los tiempos que corren:
La diputada la denunció ante el INE por violencia política de género.
El INE acreditó la infracción y turnó el caso al TEPJF.
– Karla fue obligada a ofrecer disculpas públicas durante 30 días, a tomar un curso de sensibilización de género, a pagar una multa, y su nombre fue inscrito en el Registro Nacional de Personas Sancionadas en Materia de Violencia Política de Género durante 18 meses.
Todo eso… por una opinión ¿Desde cuándo expresar una crítica política se ha vuelto delito?
Este caso no trata solo de Karla. Nos concierne a todos. Porque si una persona sin poder, sin influencia y sin cargo público puede ser arrastrada a los tribunales por escribir un post crítico en redes sociales, ¿qué le espera a cualquier ciudadano que se atreva a cuestionar al poder?
La diputada Gabriela Félix, entrevistada en Noticiario Expreso, lo dijo con claridad: “Se me hace muy grave lo que están haciendo con ella”. Y Marcelo, atinadamente, cuestionó la capacidad de los políticos para tolerar la crítica: “¿Por qué la piel tan delgada?”
Porque no estamos hablando de una campaña de desprestigio ni de una agresión reiterada. Estamos hablando de un comentario aislado, sarcástico, sobre una candidatura con tintes de nepotismo. El mismo tipo de comentario que todos los días se emite sobre políticos de todos los partidos… sin consecuencias.
Pero cuando se trata de una mujer con poder, respaldada por una estructura política, y con un marido de alto perfil, la balanza se inclina. El poder se activa. Las instituciones responden. Y la ley, que debería proteger a los vulnerables, se usa para castigar al disidente.
Lo que aquí se castiga no es una ofensa, es una opinión. Y ese es el verdadero problema. En un Estado democrático, la crítica no se persigue, se confronta. Los políticos deben tener el carácter suficiente para tolerar la ironía, la sátira, el disenso. Eso es parte del cargo. Parte del contrato con la ciudadanía.
Cuando en lugar de responder con argumentos, se responde con denuncias, lo que queda es un sistema represivo disfrazado de justicia. La diputada Diana Karina Barreras y su esposo Sergio Gutiérrez Luna han hecho valer todo el peso de su influencia política para castigar a una ciudadana por decir lo que muchos piensan. Y lo más grave es que las instituciones se lo permitieron.
El INE, que presume su autonomía, publicó los datos personales de Karla en su sitio oficial como si se tratara de una agresora violenta. Y el TEPJF, que debería proteger las libertades democráticas, avaló la sanción con un argumento preocupante: la crítica a una mujer política —por su relación con un hombre de poder— puede constituir violencia de género.
Esa interpretación criminaliza el pensamiento político y convierte al Estado en censor. Hoy, Karla está marcada por una sanción que no merece. Y no está sola. Cada vez hay más periodistas, caricaturistas, tuiteros, ciudadanas comunes, perseguidos por atreverse a cuestionar al poder desde la opinión.
La narrativa de la equidad se está usando como escudo para blindar privilegios. Y la ley, en lugar de proteger a las mujeres vulnerables, protege a las mujeres poderosas. El problema no es el feminismo. El problema es el uso del género como mecanismo de censura.
Y si no ponemos un alto, mañana cualquier crítica legítima puede ser calificada como delito. Por eso lo repito, con la misma claridad con que lo dijo Beyliss:
¿Por qué la piel tan delgada de los políticos?
¿Desde cuándo la crítica molesta es violencia? 
¿Desde cuándo el sarcasmo es sancionable? 
¿Desde cuándo defender la dignidad de una diputada implica pisotear la libertad de una ciudadana?
Lo que están haciendo con Karla no es justicia. Es abuso de poder con aval institucional.
Me despido con un comercial: sintonicen a las 6:10 AM, “La Caliente” 90.7 FM., el colega y amigo José Ángel Partida me abre un espacio en su noticiero en el que comentaremos con más detalle esta columna. ¡No se lo pierdan!
Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima