TRUMP FUE POR LANA…
Y parafraseando un antiguo y conocido dicho, agregaría: pero salió trasquilado. En la reunión celebrada antier entre Donald Trump y Xi Jinping, actual presidente de la República Popular China, parece que para el mandatario norteamericano fueron más las duras que las maduras.
Trump buscó distanciar a China de Rusia y terminó regresando al punto de partida: sin avances reales y con su ego herido. Su bravuconada nuclear posterior lo delata.
En una reunión que duró apenas una hora con cuarenta minutos —cuando la anterior se prolongó por más de tres— los resultados fueron tan escasos que bien podrían resumirse en una frase: regresamos al punto de partida. Lo que se presentó como una “cumbre histórica” terminó siendo un encuentro rutinario, con comunicados cuidadosamente redactados para maquillar el vacío.
Trump había apostado alto. Su objetivo central era romper, o al menos fisurar, el eje Pekín-Moscú. Quería que Xi Jinping tomara distancia de Vladímir Putin y, de paso, que mostrara simpatía hacia la política estadounidense en Asia. No consiguió ni lo uno ni lo otro. El líder chino, fiel a su estilo, escuchó, sonrió lo justo y volvió a casa sin ceder un milímetro.
Los acuerdos “anunciados” suenan a reciclaje de viejas promesas:
—Estados Unidos reducirá los aranceles al fentanilo al diez por ciento, una concesión más simbólica que económica.
—China, por su parte, eliminará restricciones a la exportación de tierras raras —lo mismo que ya había prometido en 2019— y reanudará compras de soya estadounidense, gesto amable hacia el electorado agrícola de Trump.
—El magnate presumió que pronto se firmará un nuevo acuerdo comercial, asegurando que “China aceptó casi todos los puntos”, frase que en su boca suele significar lo contrario.
—También confirmó que visitará Pekín en abril, sin especificar si será visita de Estado o de cortesía… o de penitencia.
En materia de chips, ambos mandatarios patinaron. Trump afirmó que “no se está hablando del caso Blackwell” —en referencia al veto estadounidense sobre semiconductores—, pero se limitó a decir que “China cooperará con ayuda técnica”. Traducción libre: cada quien seguirá haciendo lo suyo.
A pesar del intento de optimismo, incluso su propio asesor comercial, Greer, reconoció que “persisten algunos aranceles sobre productos chinos”. Es decir, la guerra comercial no se terminó: apenas entró en pausa.
Xi Jinping tampoco se fue con las manos llenas. Su sueño de que Estados Unidos deje de respaldar a Taiwán quedó exactamente dónde estaba: en el archipiélago de lo imposible.
Pero lo más revelador vino después de la cumbre. Horas más tarde, Trump publicó en su red social un mensaje diciendo que había ordenado a la Secretaría de Guerra reanudar las pruebas nucleares “para garantizar la seguridad nacional”. Una declaración estridente, que nadie tomó en serio, pero que evidencia su frustración. Cuando no logra una victoria diplomática, Trump recurre a su arsenal favorito: el ruido.
En el fondo, fue una cumbre de egos, no de Estados. Ni Trump ni Xi Jinping lograron sus objetivos más anhelados. El primero quería aparecer ante su electorado como el domador del dragón; el segundo, como el sabio que impone respeto sin levantar la voz. Al final, ambos terminaron con semblante adusto y declaraciones vacías.
Trump salió a presumir que “se avanzó más de lo esperado”. Xi Jinping declaró que “se mantuvo el respeto mutuo”. Traducido al lenguaje diplomático: nada.
En suma, la montaña parió un ratón. Y Trump, que tanto presume su habilidad para negociar “como nadie”, se topó con un líder que no compra humo ni teme a los desplantes. De ahí su berrinche posterior: amenazar con pruebas nucleares para impresionar a quien no se dejó impresionar.
Una cumbre insípida, un discurso fallido y una bravata final: el estilo Trump en su máxima expresión.
Me despido con un comercial: sintonicen a las 6:10 AM La Caliente 90.7 FM. El colega y amigo José Ángel Partida me abre un espacio en su noticiero en el que comentaremos con más detalle esta columna. ¡No se lo pierdan!
Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima.

