Olor a Dinero/Feliciano J. Espriella

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Olor a Dinero/Feliciano J. Espriella

 

LA DERECHA, EL RUIDO MEDIÁTICO Y UNA AGENDA QUE NO SALIÓ…

La marcha del pasado 15 de noviembre en la Ciudad de México no pasará a la historia por su fuerza social, sino por su ruido mediático. La derecha y ultraderecha intentaron construir un relato heroico de resistencia cívica, pero terminaron ofreciendo una demostración de cálculo político, baja convocatoria y uso instrumental de símbolos ciudadanos. Cuando vieron que las plazas no se llenaron como esperaban, activaron su plan B: gritar “represión”, victimizarse y desviar el foco hacia supuestas agresiones para ocultar lo evidente: la movilización no fue ni masiva, ni ciudadana, ni espontánea. Fue, desde su origen, una marcha politizada.

La lista de promotores lo demuestra. No fue un movimiento genuinamente ciudadano:
Vicente Fox, expresidente; Lilly Téllez, senadora; Alejandro “Alito” Moreno, dirigente nacional del PRI; Claudio X. González, impulsor de la Marea Rosa; Kike Mireles, vocero del PAN; Edson Andrade, excandidato priista; Alessandra Rojo de la Vega, alcaldesa de la Cuauhtémoc; además de varios legisladores del PRI que incluso colocaron la bandera de One Piece en San Lázaro como símbolo de la convocatoria. No faltó nadie… salvo los ciudadanos.

Todo eso terminó restándole legitimidad a un movimiento que pretendía presentarse como libre de partidos. La presencia de esos personajes evidenció que la política partidista estuvo detrás de la convocatoria desde el primer tuit hasta la última pancarta.

Uno de los episodios más reveladores fue el de la abuelita de Carlos Manzo, llevada como símbolo moral y emocional de la marcha. Quisieron presentarla como “la voz del pueblo”, pero al darse cuenta de que la estaban usando para fines políticos, se retiró molesta, dejando en el aire una escena incómoda: ni siquiera sus propios símbolos se sintieron representados.

La realidad es que la convocatoria fue débil. Los organizadores esperaban llenar el Zócalo y mostrar músculo ciudadano. No lo lograron. La asistencia fue fragmentada, con pequeños grupos sin cohesión ni narrativa unificadora. Frente a esa realidad, se activó la estrategia de distracción: hablar de agresiones que en realidad provocaron, difundir videos aislados y construir el relato de “represión”. No era lo que había pasado, pero sí era lo que necesitaban para salvar la narrativa.

Pero el verdadero fracaso fue estratégico: la derecha intentó replicar el modelo de la “Marea Rosa” y terminó con una movilización marcada por protagonismos políticos, falta de autenticidad y ausencia de ciudadanos. Cuando los partidos y sus voceros monopolizan el micrófono, el ciudadano se silencia, y eso fue exactamente lo que ocurrió.

Hoy, la discusión pública gira más en torno a si hubo o no empujones, que sobre el verdadero fondo: la derecha y ultraderecha querían construir un símbolo electoral y terminaron evidenciando su debilidad como movimiento social. El ruido mediático es solo eso: ruido. Porque cuando un movimiento es genuino, no necesita victimizarse para ser escuchado.

Eso sí: la marcha dejó una lección. No basta con hashtags ni con influencers políticos. La movilización social requiere credibilidad, autenticidad y propuestas, no solo indignación y propaganda.

Lo demás… es querer tapar el sol con un dedo.

 

Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima