TENÍA RAZÓN ELY SALLARD
Durante la pasada campaña política, en el grupo de periodistas Mesa Kiosco Mayor tuvimos a varios candidatos y candidatas en campaña, entre ellos una antigua y entrañable amiga que contendía por una diputación al Congreso Local de Sonora: Elia Sahara Sallard Hernández.
Durante la charla le comenté y reconocí muy positiva su participación en la legislatura en funciones (buscaba la reelección y la consiguió) con excepción de su propuesta para considerar como crueldad animal y la prohibición total del uso de fuegos artificiales en todo tipo de eventos en el contexto de la “Ley de pirotecnia”.
Se lo dije en esa ocasión y además lo había comentado en alguna columna cuando se aprobó en el Congreso: me parecía excesiva la medida que atentaba contra una de nuestras más antiguas tradiciones, amén de que afectaría en lo económico a cientos de personas que viven de la producción de dichos productos.
Sin embargo, hace unas semanas, fui testigo de un evento que me hizo cambiar diametralmente de opinión. Lo platico brevemente:
Estuvimos en Los Ángeles, Ca., un par de semanas en los días previos al 4 de julio, fecha de la celebración de independencia en Estados Unidos. Nos alojamos con unos familiares en donde tienen 3 perros: uno pequeño, otro mediano y uno más grande, como de 80 centímetros de alzada.
Por lo general en las noches alguien seguramente como corolario al día de independencia quemaba algunos cuetes que alcanzaban a retumbar por todo el vecindario y de inmediato los perros que se encontraban en algún lugar del espacioso patio, venían corriendo ladrando a todo pulmón y se acercaban a la puerta arañándola como queriendo tocar.
Unos dos días antes de regresarnos y cuando faltaba menos de una semana para la celebración, se nos ocurrió a mi esposa y a mi irnos al patio a disfrutar de una noche fresca y ver una película en el celular. En eso estábamos cuando empezaron los truenos y de inmediato los animalitos se vinieron a donde estábamos, se metieron los pequeños debajo de la mesa y encimándose a nuestros pies, en tanto el más grande subió las dos patas delanteras a mis muslos y se aferró a ellos. Los ladridos y los gestos, sobre todo el mayor al que por más que intenté no logré bajármelo del regazo. Estaban literalmente aterrorizados y el pánico que transmitían era hasta contagioso.
Después de un rato y cuando cesaba el estruendo los perros regresaban a sus respectivas casitas. La escena se repitió en varias ocasiones y sucedió invariablemente lo mismo, hasta que al malnacido que se divertía con el estruendo probablemente se le terminaron los pertrechos.
Ante esta desagradable experiencia me puse a investigar algo sobre el tema y encontré lo siguiente:
La pirotecnia genera miedo en los animales, llegando a provocar fobias. Algunos estudios sugieren que hasta el 20% de las desapariciones de mascotas se deben a sonidos fuertes, como los fuegos artificiales.
El oído de muchos animales es considerablemente más sensible que el humano, por lo que las explosiones de fuegos artificiales no solo les resultan más perturbadoras, sino que les pueden dañar más gravemente su capacidad auditiva.
Los perros son capaces de oír hasta los 60.000hz, mientras que los humanos no oyen nada a partir de 20.000hz, lo cual supone solamente un tercio de la capacidad de los primeros. Esta agudeza auditiva de los perros es una de las causas que provocan que el sonido de la pirotecnia sea una experiencia negativa para ellos. Estos animales muestran señales de ansiedad y agobio que se intensifican a medida que se ven incapaces de escapar del sonido.
El ruido de los petardos puede causar taquicardia e incluso la muerte a las aves. Una muestra del estrés que les provocan se refleja en que pueden causar el abandono temporal o permanente del lugar donde se encuentran.
La realidad es que aquello de proteger a los animales es más palabrería hueca que acciones concretas. Lo hemos visto durante años y en múltiples ocasiones. Para no ir muy lejos, basta con ver lo que sucede en nuestro país con las corridas de toros que supuestamente están prohibidas en la CDMX y en el presente año se han realizado varias en virtud de que por unanimidad, los ministros de la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación autorizaron reanudar las corridas de toros en la Plaza México. El día de ayer se celebró una y para el próximo domingo está anunciada otra.
Además, en todas las entidades que se han prohibido las corridas de toros, los legisladores no se han atrevido nunca a tocar ni con el pétalo de una rosa las peleas de gallos, un pingüe negocio que permite derramar beneficios para todos lados, incluida obviamente, la clase política.
Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia y hasta la próxima.
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