MÉXICO: UNA GRAN POTENCIA CIENTÍFICA?
El día de ayer, 15 de enero, la Universidad Autónoma de México (UNAM) cumplió 472 años. Inicialmente conocida como la Real y Pontificia Universidad de México, fue fundada el 21 de septiembre de 1551 mediante una cédula real emitida por el rey Carlos I de España (Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico). Sin embargo, sus actividades académicas iniciaron oficialmente el 25 de enero de 1553. Fue la primera universidad en México, pero no la primera en América.
La Real y Pontificia Universidad de México desempeñó un papel fundamental en la formación de las élites políticas, religiosas y culturales de la Nueva España. Tras la independencia, en el siglo XIX, fue cerrada en 1833 y reabierta como la UNAM en 1910 bajo un proyecto liderado por Justo Sierra, con un enfoque moderno y laico.
En el QS World University Rankings 2025, la UNAM se ubica en la posición 94 a nivel mundial, consolidándose como la universidad número uno en México y la más destacada de Hispanoamérica. Según el Interdisciplinary Science Rankings 2025 de Times Higher Education, la UNAM alcanzó el puesto 54 a nivel mundial, siendo la única universidad mexicana entre las primeras 100 y liderando entre las instituciones latinoamericanas.
Estos reconocimientos reflejan el compromiso de la UNAM con la calidad educativa y su influencia en la comunidad académica internacional. En esta misma evaluación, el Instituto Tecnológico y Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), ocupa el puesto 184 a nivel mundial y el segundo a nivel nacional, en tanto la Ibero y el ITAM andan entre las posiciones 651 y 700.
Aprovechando la coincidencia de fechas entre la presentación del “Plan México” al empresariado mexicano el pasado lunes 13 y el aniversario de la fundación de la UNAM, traje a colación lo anterior para comentar brevemente un aspecto de suma importancia revelado por la primera mandataria en el marco del referido Plan México, el cual, ha pasado casi desapercibido.
Al respecto, el periodista Sergio Sarmiento en su columna titulada “Potencia Científica” publicada en Reforma el 14 de enero, analiza el “Plan México” presentado por la presidenta Claudia Sheinbaum, cuyo objetivo es posicionar a nuestro país entre las diez principales economías mundiales mediante la promoción de la ciencia y la industria.
Sarmiento es un defensor a ultranza del neoliberalismo, lo cual reconoce abiertamente y escribe sus notas bajo esa influencia. En el referido artículo, el editorialista cuestiona la eficacia del enfoque de Sheinbaum, argumentando que la innovación y el desarrollo no surgen de programas gubernamentales centralizados, sino de la libertad y la iniciativa privada. Cita ejemplos como Apple y Google, empresas que emergieron sin planificación gubernamental, para ilustrar cómo la creatividad y el progreso tecnológico suelen florecer en entornos de libre mercado.
Sarmiento es un buen periodista y analista económico, sin embargo, en sus textos se deja llevar por su ideología y defiende apasionadamente la economía de libre empresa. En este contexto, y visto sólo desde la óptica del neoliberalismo, tiene absolutamente toda la razón, pero en la realidad, sin la intervención vigorosa y decidida del Estado, no vamos a llegar muy lejos en ningún proyecto que pretenda convertir a México en una potencia científica como cimiento de un crecimiento más acelerado.
Y mucho menos vamos a poder hacerlo con tan pocas instituciones educativas de alto nivel. Tenemos sólo una Universidad entre las mejores cien del mundo y sólo dos entre las quinientas. Necesitamos voltear al exterior y ver lo que están haciendo en otras naciones para posicionarse entre las más vanguardistas en materia científica.
China e India son claros ejemplos de que apostarle a la tecnología es la mejor vía para alcanzar desarrollos económicos y elevar el nivel de bienestar de su población por encima de la media mundial. Hay que ver lo que están haciendo.
China ha emergido como una potencia científica y tecnológica mediante una estrategia de “tecnonacionalismo”, donde el Estado planifica e invierte en innovación para reducir la dependencia extranjera y fortalecer su autonomía en sectores clave. Este enfoque ha permitido a China avanzar en áreas como inteligencia artificial, semiconductores y energías renovables.
Por su parte, India ha alcanzado un lugar destacado como potencia científica mediante una combinación de estrategias gubernamentales, inversiones en investigación y educación, y una fuerte base en tecnologías emergentes.
India estableció instituciones de excelencia como el Indian Institute of Science (IISc) y los Indian Institutes of Technology (IITs), que se han convertido en pilares de la investigación científica y la innovación tecnológica.
El gobierno también ha fomentado la enseñanza STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), produciendo una gran cantidad de ingenieros y científicos altamente calificados.
Como señala Sarmiento, convertirnos en una potencia económica dependerá en gran medida de la participación de la IP, pero sólo se logrará si caminan juntos empresarios y gobierno. Ninguno de estos actores por sí solos lo podrá lograr.
México: ¿Una gran potencia científica?
¿Por qué no? Tenemos una presidenta científica que conoce bastante al respecto.
Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia y hasta la próxima.
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