Ecuador volverá a las urnas el 15 de octubre. La candidata del correísmo, Luisa González (33%), y el joven empresario Daniel Noboa (24%) se aseguraron el domingo un lugar en la segunda vuelta. Una vez que finalice el escrutinio oficial, que supera el 98%, comenzará una nueva campaña electoral en la que se medirán dos modelos de país, algo parecido a lo que pasó en los últimos comicios de 2021. De un lado, el correísmo, del otro, la élite económica y empresarial.
Hace dos años la batalla la ganó el banquero Guillermo Lasso, pero tanto el país como el correísmo estaban en momentos muy diferentes. La Revolución Ciudadana del expresidente Rafael Correa vive hoy un resurgir después de años de caída, como reflejó su victoria en las elecciones regionales y municipales de febrero, mientras el país atraviesa la mayor crisis de seguridad de su historia.
El éxito de Noboa fue la sorpresa de la noche. Ni las encuestas ni el radar electoral le habían puesto mayor atención y no le daban opciones de seguir en la carrera después del domingo. Su participación en el debate presidencial del pasado fin de semana, días después del asesinato a tiros del candidato Fernando Villavicencio, pudo catapultar su candidatura al recibir el aplauso de algunos analistas. Su tono sereno y sin enfrentamientos con el resto de candidatos fue la carta de presentación para muchos electores de este joven, de 35 años, al que apenas habían escuchado. El empresario, de 35 años, es hijo del multimillonario Álvaro Noboa, que intentó llegar a la presidencia hasta en cinco ocasiones sin éxito. Daniel intentará ahora lo que a su padre se le atravesó.
Enfrente tendrá al correísmo, obligado en las próximas semanas a ampliar su nicho de votantes y doblegar las resistencias que aún genera la figura de Correa en gran parte de la población si quiere tener opciones. Como en un capítulo que se repite una y otra vez en la historia electoral de Ecuador, las urnas volverán a medir la fuerza de los movimientos que han marcado las dos últimas décadas en el país: el correísmo y el anticorreísmo.
La campaña recién concluida, que podía funcionar como un termómetro para medir la temperatura de ambas fuerzas, saltó por los aires el 9 de agosto, cuando el candidato Fernando Villavicencio fue tiroteado a la salida de un mitin en Quito, la capital. La violencia desbocada que sufre Ecuador desde hace tres años heló ese día a todo un país que descubrió horrorizado que ya nadie está a salvo, ni siquiera un candidato a la presidencia rodeado de seguridad.
“Yo voto por Correa”
En las papeletas que llenaron las urnas había un presente ausente y un ausente muy presente. El rostro y el nombre de Villavicencio estaba en la tarjeta de votación. La cercanía de la jornada electoral no permitió la reimpresión de las papeletas. El nombre que no aparecía por ningún lado, sin embargo, era uno de los que más se repetía estos días. “Yo voto por Correa”, dicen algunos, como si los años no hubieran pasado. Votar por Correa es hacerlo por Luisa González, una desconocida para muchos hasta hace unos meses, pero que tuvo suficiente con el aval del expresidente asilado en Bélgica. La candidata que podría convertirse en la primera presidenta del país ha reconocido que él, que en caso de regresar sería detenido y encarcelado, será su principal asesor “virtual” si gana.
Christian Zurita, el sustituto de Villavicencio, y Jan Topic, el llamado bukele ecuatoriano, se quedaron en tercera y cuarta posición, casi 10 puntos por debajo de Noboa. Tampoco tuvo opciones Otto Sonnenholzner, exvicepresidente de Lenín Moreno, uno de los supuestos favoritos y que con apenas el 10% de las actas escrutadas reconoció su derrota ante sus seguidores. Topic y Zurita hicieron lo mismo poco después. Cualquiera de ellos aparecía en las encuestas con más opciones que el empresario, que en sus primeras declaraciones descartó su intención de armar una coalición anticorreísta: “No estoy a favor de la trinca sino de un nuevo proyecto”.
Topic se había convertido en protagonista de la campaña con su discurso de mano dura frente a la inseguridad al estilo del presidente salvadoreño, pero se quedó con el 14% de los votos. La misma noche electoral anunció su apoyo a Noboa.
En medio del estado de excepción decretado tras el magnicidio, la jornada electoral transcurrió sin incidentes, aunque los candidatos tuvieron que acudir a votar rodeados de fuertes medidas de seguridad. El asesinato le había otorgado un componente emocional a la candidatura de Villavicencio, que continuó en su nombre su amigo y periodista Christian Zurita. “Va a ganar el voto de enojo contra los narcotraficantes y la narcopolítica”, aseguraba ante un colegio electoral Diego Rocero, de 65 años, convencido de que Zurita ganaría en primera vuelta. Pero el efecto Villavicencio se quedó corto. Con el 16,5%, fue el tercero más votado.
El Consejo Nacional Electoral (CNE) aseguró que las elecciones se habían desarrollado en medio de una “absoluta normalidad”, pero la normalidad es algo que los ecuatorianos dejan atrás cada día que se conocen nuevas muertes violentas. Zurita acudió a votar vestido como para ir al frente de guerra, rodeado de militares y escudos, con casco y chaleco antibalas.
El presidente Guillermo Lasso, que no se presentó a una reelección, aseguró que con estas elecciones anticipadas le devolvía al pueblo el poder que le dio para gobernar. Lasso decidió acortar su mandato por sorpresa el pasado mayo al anunciar la disolución de la Asamblea y la convocatoria electoral. El presidente estaba inmerso en un juicio político por presunta corrupción cuando optó por invocar por primera vez en la historia del país el decreto constitucional conocido como muerte cruzada, que puso en marcha la maquinaria electoral. El próximo presidente gobernará solo hasta finalizar el mandato actual, es decir, 18 meses.
Un año y medio que se hace corto para los retos que tiene por delante Ecuador y que han quedado en evidencia en esta campaña. La inseguridad ya es el problema principal para la mayoría de los ciudadanos; y atajarla no parece fácil. En estos últimos tres años, la violencia ha crecido de la mano de la mayor presencia de grupos narcotraficantes de Colombia y México, que se han establecido en el país y luchan por el control de las plazas, sobre todo en la costa del Pacífico. En lo que va de año ha habido 4.574 muertes violentas. En 2022, el año con más muertes de la historia, se registraron 4.600. Y, si continúa a este ritmo, el país va camino de convertirse en uno de los más violentos del mundo. De eso, sobre todo, irá la campaña para la segunda vuelta del 15 de octubre que acaba de comenzar.
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