TODAVÍA QUEDAN ÁNGELES EN LA TIERRA
Vivimos tiempos oscuros. Cada semana el mundo nos lanza un nuevo golpe al alma: crímenes brutales, guerras sin sentido, hambre que arrasa comunidades enteras. Hace apenas unos días, en la Costa de Hermosillo, una madre y sus tres pequeñas hijas fueron asesinadas con una saña indescriptible. En Gaza, el genocidio no cesa: miles de muertos, entre ellos niños, mujeres y ancianos que pagaron con su vida el precio de la indiferencia internacional. La hambruna en África sigue cobrándose víctimas invisibles para el ojo mediático. Cada día, la brutalidad humana escribe un nuevo capítulo de horror.
En medio de tanta degradación y envilecimiento, uno podría pensar que todo está perdido, que la bondad se ha convertido en una especie en extinción. Sin embargo, a veces, en los momentos más inesperados, surgen destellos de luz. Pequeñas pero poderosas señales de que todavía quedan ángeles en la tierra.
Tal es el caso de Silvana Garza Valdez y María Paula Zárate, dos jóvenes mexicanas de apenas 19 años, que se encontraban en Texas como consejeras de un campamento infantil. Cuando las lluvias torrenciales transformaron el paisaje en un infierno acuático, cuando los techos se convirtieron en islas y el agua les llegaba al pecho, ellas eligieron quedarse.
No eran rescatistas. No llevaban uniforme. No estaban entrenadas para emergencias. Pero estaban al cuidado de un grupo de niñas de entre 8 y 10 años, y decidieron no abandonarlas. Mientras otros evacuaban en botes y helicópteros, ellas permanecieron firmes, aferradas a la responsabilidad más sagrada: cuidar la vida de quienes dependen de ti.
En un acto de lucidez y valentía extraordinarias, tomaron un marcador y escribieron en los brazos de las niñas sus nombres completos, por si la corriente las arrastraba y alguien tuviera que identificarlas. Las llevaron a zonas altas, las tranquilizaron, les pidieron que no lloraran, que confiaran en ellas. Y las 20 niñas, gracias al temple de estas dos jóvenes, fueron rescatadas sanas y salvas horas después por los equipos de emergencia.
Lo que hicieron Silvana y María Paula no puede explicarse solo con palabras como “valentía” o “responsabilidad”. Lo que hicieron fue amor en su forma más pura y generosa. Amor que se expresa no en palabras dulces, sino en acciones concretas, bajo presión, cuando todo tiembla y la salida fácil es correr. Pero ellas no corrieron.
En un mundo donde nos enseñan a cuidarnos primero, a pensar en uno mismo, a “salvar el pellejo” … ellas se quedaron. Y lo hicieron sin armas, sin poder, sin más recurso que su voz, su ingenio y su compromiso. En medio del caos, construyeron una burbuja de seguridad, un refugio emocional para 20 niñas que hoy están vivas porque dos mexicanas decidieron actuar como seres humanos plenos.
No es casualidad que esta historia haya dado la vuelta al mundo. Medios como The Guardian, People y The Washington Post ya la han recogido. Y no por morbo, sino porque el planeta entero necesita, con urgencia, ejemplos que nos reconcilien con lo que somos capaces de ser.
Sí, hay bestias sueltas. Sí, hay gobiernos genocidas, mafias impunes, delincuentes desalmados, y un sistema global que muchas veces premia al más violento y pisotea al más noble. Pero también —y eso hay que decirlo con fuerza— existen personas que dignifican a la especie humana. Personas que deciden quedarse, resistir y proteger.
Hoy más que nunca necesitamos contar estas historias. No como consuelo ingenuo, sino como recordatorio y compromiso. Porque lo que hicieron Silvana y María Paula no fue un milagro: fue una elección ética. Y cada uno de nosotros, desde donde esté, puede tomar decisiones que construyan, que cuiden, que inspiren.
Tal vez tengas una hija, una sobrina, una amiga, que necesita recordar que sí es posible ser fuerte sin ser violenta, valiente sin ser temeraria, y generosa sin esperar recompensa. Tal vez tú mismo necesites recordar que aún hay luz en este mundo roto.
Porque todavía quedan ángeles en la tierra. Y no tienen alas, ni aureolas. Tienen 19 años, el corazón en el lugar correcto y el coraje de quedarse cuando todo empuja a huir.
Por hoy fue todo, gracias por su tolerancia y hasta la próxima