CUANDO EL PUEBLO TOCA LA PUERTA DE PALACIO MUNICIPAL
Por primera vez en décadas, Hermosillo vislumbra la posibilidad de tener una gobernante verdaderamente emanada del pueblo. Vicky Espinoza plantea una política municipal centrada en la infraestructura esencial, la justicia social y el sentido común, frente a la política del relumbrón.
Cuando se habla de alcaldes que han gobernado Hermosillo, la lista histórica exhibe un patrón: alcaldes surgidos de élites políticas, empresariales, sociales, académicas e incluso deportivas. La capital sonorense, desde los años sesenta, ha sido un escaparate para figuras con formación, conexiones o abolengo, pero casi nunca para quienes vienen desde las colonias populares, desde la lucha barrial, desde la vida cotidiana.
Salvo tres excepciones: Eduardo Loustaunau Ruiz (1961-64), Jorge Valdéz Muñoz (1970-73) y Casimiro Navarro Valenzuela (1982-85). Tres nombres que representan el raro fenómeno de un gobierno emanado del pueblo, con sensibilidad de barrio, visión comunitaria y pies firmes en la tierra árida de Hermosillo.
Hoy, seis décadas después, surge un nombre que bien podría insertarse en esa línea: María Eduwiges Espinoza Tapia, conocida como Vicky. Diputada local de mayoría relativa por el Distrito 11, presidenta del Congreso del Estado y regidora en la anterior administración municipal, su carrera política ha sido breve pero reveladora. > Archivo Confidencial: No es producto de laboratorios electorales ni hija de las élites partidistas; es morenista fundadora, químicamente pura, y se autodefine, sin adornos, como una mujer surgida de las colonias populares y movida por el sentido común.
El lunes 10 de noviembre estuvo en la reunión semanal del grupo de periodistas Mesa Kiosco Mayor, donde le planteé una pregunta nada menor: ¿Estás preparada para gobernar Hermosillo? Su respuesta no fue presumir diplomas, ni hablar de visión estratégica, ni de alianzas. Habló de drenaje. De infraestructura subterránea. De tuberías viejas, de drenaje colapsado, de inversión invisible. Habló de lo que nadie quiere tocar porque no da votos, ni placa, ni ceremonia inaugural.
“Hay una situación tremenda bajo nuestro suelo —dijo— y nadie quiere invertir porque dicen que es dinero tirado. Prefieren obras de relumbrón”. Fue contundente: “Yo no gobernaría para mi promoción personal; gobernaría por amor a la gente”.
Y ahí es donde surge el verdadero debate: ¿Es posible que Hermosillo vuelva a ser gobernado por alguien que no sólo hable de infraestructura, sino que entienda la necesidad colectiva? ¿Alguien cuyo origen no radique en las élites, sino en los sectores que todos los días viven los efectos de los problemas urbanos?
Los gobiernos provenientes de sectores populares tienen esa rara cualidad de percibir lo que otros miran, pero no sienten. En su paso como regidora, Vicky Espinoza detectó lo absurdo de anular los derechos laborales de los jubilados municipales, una forma silenciosa de violencia institucional. Lo denunció, sin reflectores, porque lo injusto, decía, “no tiene color partidista, tiene rostro humano”.
En política, gobernar es decidir. Y decidir requiere prioridades. En Hermosillo, desde tiempo inmemorial, esas prioridades han sido capturadas por la estética del gobierno en turno: parques vistosos, avenidas maquilladas, espacios instagrammeables, obras que brillan… hasta que llueve.
Porque cuando llueve, se hunden, colapsan o apestan.
Con excepción de la actual administración municipal en la que se ha puesto un especial énfasis al lamentable estado en el que se encuentra la red de drenaje, pocos gobiernos en el pasado se preocuparon por lo que se encuentra debajo del suelo, porque como dice la diputada, lo que no se ve, no acarrea votos.
Por cuestiones de género, la candidatura de Vicky por Morena en 2027 podría ser inviable. Pero el tiempo en política no solo se mide en calendarios, sino en construcción de identidad. Y Vicky está apenas empezando.

